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¡Es un tema personal! La falacia de la inclusión

24 de Septiembre del 2021 - Maria del Pilar García Menéndez (Pola de Siero)

Es un tema personal que no quiera que mi hijo de 7 años llegue a casa diciendo que es tonto porque no sabe leer como los demás.

Es un tema personal que mi hijo que acaba de empezar segundo de Primaria me diga que nunca va a poder ser programador de videojuegos de mayor porque no es muy listo.

Es un tema personal que a pesar de tener dislexia en el colegio le hagan leer en voz alta, y que el niño desde entonces tenga pesadillas, se despierte a media noche y no quiera ir al cole.

Y es un tema personal que no vea otra opción que cambiar a mi hijo de colegio a otro centro a 8 kilómetros de mi casa, teniendo uno a cinco minutos caminando.

Pues claro que es un tema personal, afecta a mi hijo, ¿hay algo más personal que eso?

Se nos ha vendido un discurso de inclusión en el aula que está muy bien en la teoría pero que no funciona en la práctica. Se habla de apoyo a la diversidad para garantizar el aprendizaje y desarrollo de todos los niños atendiendo a sus necesidades específicas. Esto quiere decir que mi hijo, que presenta dificultades y habilidades diferentes al resto de sus compañeros de aula, debe ser atendido por los maestros y los centros educativos para garantizar su desarrollo y bienestar. Pero para que esto ocurra lo primero que tiene que haber es una voluntad real por parte de los centros, equipos de orientación y profesorado.

Los padres no somos esos pesados, histéricos, locos que estamos llamando al centro para fastidiar. Los padres solo hacemos nuestro deber como padres, velar por los intereses de nuestros hijos, por sus derechos. Solo queremos colaborar con profesores y orientadores buscando las mejores soluciones. Tener un niño con necesidades especiales es una carrera de fondo y un desgaste emocional enorme. Uno se siente solo ante un sistema educativo al que le faltan recursos humanos con la sensibilidad y empatía necesarias para realizar esta gran labor.

Un sistema que te ve como un enemigo, más que como un colaborador. Donde cuando entras en el despacho de un orientador te sientes en "territorio hostil" y que en muchos casos hace que las familias desistan de reclamar las ayudas para su hijo y sufran así y vean durante años cómo la autoestima de sus pequeños se daña cada vez más por la ineficacia de ciertos profesionales a prestar la atención necesaria.

Parece que poco hemos evolucionado de cuando hace 40 años yo iba al colegio y en la última fila se sentaban esos niños a los que ya se les daba por perdidos, fracasados escolares, inadaptados del sistema educativo. ¿Cuántos de esos niños tendrían dislexias o TDAH o cualquier otra dificultad de aprendizaje y no se hacía nada por ellos? Quizá solo algunos pocos pudieron salir adelante gracias a un gran profesor.

¡Qué suerte aquellos a los que les toca un profesor que se involucra, se interesa y se implica! Pero no puede ser que a estas alturas solo dependamos de ese "gran profesor", esto requiere la implicación de todos en el sistema.

¿Cuántos niños no han sido valorados después de dos o más años en el colegio? ¿Cuántos no cuentan aún con los apoyos en el aula que necesitan? Sé de muchos porque gracias a asociaciones, en mi caso la Asociación Dislexia Asturias, me he encontrado con casos similares al mío. Y no solo en la asociación, en el grupo de WhatsApp de madres del cole me empiezan a contactar para preguntarme y contarme su caso.

¿A cuántas sesiones privadas más de reeducación psicopedagógica tendrá que asistir mi hijo para ganar la confianza que ha perdido en este último año?

Muchas personas leerán esto y se dirán que esto no va con ellos... que su hijo es "normal". Señores, el mío también lo es, solamente le cuesta entender las letras, quizás al suyo no se le dé bien el inglés o tocar un instrumento y no por eso es no-normal. ¿Qué pensamos entonces de Albert Einstein o Andy Warhol o de John F. Kennedy? Eran normales, es más... eran excepcionales, y todos tenían dislexia.

Solo quiero alzar mi voz y animar a que todos aquellos que se encuentren en mi situación a que exijan, se quejen, se muevan y luchen por el bienestar de sus pequeños. Que no tengan miedo a pelear por los derechos de sus hijos, tener una dificultad de aprendizaje no es ninguna vergüenza y no hay que ocultarlo, lo que hay que hacer es normalizarlo.

Ningún orientador me va a volver a decir que mi hijo con 7 años rechaza el sistema educativo por no querer leer o escribir o que tengo un tema personal con el director del colegio, orientador o profesor.

Sí, es muy personal... se llama "derechos".

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