¿Por un sistema justo?
No pude evitar mi sorpresa al leer la información sobre las protestas del profesorado interino por la reciente convocatoria de nuevas plazas. Dicen, en su nombre, los sindicatos que es una injusticia que se hayan convocado 378 vacantes el viernes y, sí, me sorprende teniendo en cuenta que la semana pasada se sucedieron los comunicados de prensa exigiendo justamente eso: más plazas. Que algunos hayan tenido que quedarse con destinos inconvenientes a riesgo de que después puedan aparecer mejores opciones es algo que siempre ha pasado. Lo que no había pasado nunca y en eso radica la protesta es que sean justamente los primeros de la lista los que se ven abocados a esos destinos, en principio peores. La reivindicación es absolutamente legítima en cualquier sistema basado en la justicia y ecuanimidad: el primero, porque para algo existen las listas, escoge lo mejor. Ahora bien, la clave está en que, en un sistema justo y ecuánime, los que ahora protestan no serían los primeros. No serían los primeros porque no tienen la mejor nota. Y tampoco serían los primeros porque, en ese sistema justo y ecuánime, los méritos se interpretarían de otra manera. Esos cursos on-line que se aprueban con pagar cien euros y que se hacen en una mañana, pasarían a un segundo plano frente a méritos reales que se ningunean sistemáticamente: la docencia universitaria, el grado de doctor, las publicaciones o la propia nota de la oposición. Hay quien ha sacado notas de 8 y 9 (y no sólo en esta convocatoria), y que están en paro, esperando poder trabajar quizás a partir de noviembre o diciembre en condiciones precarias. Y eso porque el sistema ha permitido que los primeros de la lista siguieran trabajando y acumulando puntos sin exigirles que obtuvieran una buena calificación en las sucesivas oposiciones. El sistema, sí, es injusto. La pregunta es: ¿le conviene a todo el mundo luchar por un sistema verdaderamente justo? Creo que la respuesta está clara.
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