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A la memoria de Joseba Arregi

29 de Octubre del 2021 - Juan Goti Ordeñana

Bien merece una sentida memoria Joseba Arregi Aranburu, que murió el pasado 14 de septiembre, después de una larga y total entrega a una política de renovación del País Vasco. Se significó por ser un político sincero, y en ese difícil mundo trató de ser íntegro, buscando en todo momento actuar con libertad, y de hecho desarrolló importantes trabajos.

Lo conocí personalmente cuando me invitó la Universidad de Valladolid a presentarle, con motivo de una conferencia que vino a dar en esta Universidad. Ya cuando estuve en la San Sebastián admiré su trabajo en la Consejería de Cultura del Gobierno vasco en tiempo del lehendakari José Antonio Ardanza. Esfuerzo suyo es el que Bilbao pueda disponer de un museo como el Guggenheim, fue uno de los trabajos que consiguió en su tiempo de consejero de Cultura.

Guipuzcoano de Andoáin, recibió su formación en el Seminario de San Sebastián, siendo ordenado sacerdote. Luego estudió Teología en Friburgo (Suiza) y más tarde pedagogía. Se doctoró en teología en la Universidad de Münster (Alemania). Vuelto a España, hizo estudios de Sociología, doctorándose por la Universidad de Deusto. Con este bagaje cultural inició su labor de enseñante en la Escuela Diocesana de Magisterio de San Sebastián, y después desarrolló su trabajo de docente, durante muchos años, como profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco.

Un político sincero que trató de ser íntegro buscando en todo momento actuar con libertad

Una vez abandonado el PNV, su labor se dirigió a favorecer el entendimiento del distinto pensamiento de nacionalistas y no nacionalistas

Inició su vida política en el PNV, llegando a ser diputado por Guipúzcoa en el Parlamento vasco. En los tiempos del lehendakari José Antonio Ardanza fue secretario de Política Lingüística, consejero de Cultura y portavoz del Gobierno vasco (1985-1995), y durante algún tiempo miembro del Euzkadi Buru Batzar.

Por desacuerdo con la deriva que tomó el Partido Nacionalista Vasco con el “plan Ibarretxe”, titulado: “Propuesta del Parlamento vasco para la convivencia en Euskadi, nuevo Estatuto político de Euskadi”, para “el ejercicio del derecho del pueblo vasco a decidir su propio futuro”, con el objetivo de que el País Vasco dejara de ser una comunidad autónoma para convertirse en un Estado libre asociado, con lo que España se convertiría en un Estado confederal; y por discrepancia con el acuerdo que se hizo en Lizarra (Estella), firmado por el Partido Nacionalista Vasco, Herri Batasuna, Eusko Alkartasuna, Ezkerra Batua, ELA/STV, LAB, AB, Batzarre, Zutik, EHNE, ESK-CUIS, STEE-EILAS, Ezker Sindikala, Hiru, Gogoa, Amnistiaren Aldeko Batzordeak, Senideak, Bakea Orain, Elkarri, Egizan, Herria 2000 Eliza, Gernika Batzordea y Autodeterminazioaren Biltzarrak, donde se rubricaron acuerdos con Herri Batasuna proponiendo una negociación sin condiciones, sin límites y sin exclusiones, en un marco de “ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto”, un magma de partidos, sindicatos e ideologías que supuso un antes y un después en la panorámica de la política vasca; ante tal desvío político, Joseba Arregi abandonó la actividad del partido en el 2001, y por fin se dio de baja en el 2004.

En estas circunstancias se alejó del PNV, pero no dejó su enraizamiento en la política, pues inmediatamente participó en la fundación de la plataforma Aldaketa, con la pretensión de cambiar la política del País Vasco y volver al sentido original del Estatuto de Guernica. Pensaba en una Euskadi plural y luchando decididamente contra ETA. Una vez abandonado el PNV, su labor se dirigió a través de una abundancia de escritos a favorecer el entendimiento del distinto pensamiento de nacionalistas y no nacionalistas, y se acercó decididamente a las víctimas del terrorismo. Por su gran labor en este sentido fue merecedor de reconocimiento por la Fundación José Luis López de Lacalle, y del Premio de Tolerancia “Maite Torrano”.

Fue Joseba Arregi un político que actúo siempre con sinceridad y entrega en los tiempos que estuvo en el partido. Buscó, en todo momento, actuar con el PNV de Zarautz, al que pertenecía como afiliado. Su compromiso con la libertad le llevó, cuando comprobó el desvío del PNV en el “plan Ibarretxe” y la amalgama del pacto de Lizarra de nacionalistas y ETA, donde se excluía a los no nacionalista del País Vasco y se dejaba sin protección a las víctimas de cuatro décadas con muertos por el terrorismo, a abandonar esta política y tomar otra orientación. Decisión que hizo por su responsabilidad de ciudadano al determinar: “Dejar el PNV es, en definitiva, un acto de libertad por mi parte”, y al asegurar en julio de 2004: “No es que no haya sido libre hasta ahora, pero desde ahora lo seré un poco más. Porque como ciudadano voy a seguir comprometido con la sociedad vasca, con mis ideas y con mi conciencia”.

El gran trabajo que realizó en una autonomía en la que se han propuesto complicar la política ciertamente fue difícil. No cabe duda de que la amalgama de tendencias e ideologías que se mezclaron en Lizarra, y que ha llevado al nacionalismo vasco por derroteros poco humanistas, era lógico que a una persona de su formación le llevara a estar en desacuerdo, lo que le forzó a coger otras vías para tratar de orientar su país. Su pensamiento ha quedado grabado en varios libros: “La nación vasca posible” (2000), “Euskadi invertebrada” (2000) y “El terror de ETA: la narrativa de las víctimas” (2015), y en gran número de artículos en la prensa del País Vasco, donde muestra sus tendencias políticas con una gran riqueza de pensamiento, y difíciles de defender en su medio, donde se ha llegado a aceptar la violencia que ha habido durante tantas décadas. Ojalá su labor en su tierra pueda enraizar y crear una generación que vuelva la política hacia los campos en que debería siempre haber permanecido. Que el pensamiento de Joseba Arregi pueda dar frutos en su tierra mientras él descansa en el seno del Padre.

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