Quejarse de las quejas
Es el colmo de la desfachatez, poner énfasis en el “refalfiu” de las quejas de los demás, quejándose usted por ello.
El poder (de todo tipo) eso quiere: personas afines, dóciles, manejables y resignadas.
No es un virus el mantener la dignidad personal y saber exigir derechos, libertades para todos, no solo para uno mismo; que evite la pachorra, dejadez de quien gobierne, mande o gestione.
Eso de vivir instalados en las quejas solo puede salir de quien vive instalada en la inopia propia, o vive de maravilla, esperando que los demás no le compliquen su harén de confort.
Hay que exigir, les pido a todos que no dejen pasar ni una a quien se debe a los demás sin importarles un carajo. De lo contrario, el poder se corrompe y mirará solo para su propio bienestar. Más siendo periodista, donde su primera responsabilidad sería fiscalizar el poder político, que no es otra cosa que una manera de queja pública. Salvo que usted nos plantee que los profesionales bien posicionados deben conformarse y no mirar más allá, no vaya a ser que se conviertan en refalfiados de su propio bienestar.
Tampoco es pesimismo o un defecto de refalfiu el reivindicar, es otra forma de queja, el exigir lo que uno u otros pueden cambiar y no lo intentan o se quedan atascados en la pachorra de la serenidad personal. Si usted es capaz de percibir sensaciones de los demás, verá que ellos también son capaces de percibir el bien y el mal, lo posible e imposible tan bien como usted. No se pregunta si es usted la que vive anclada en la absoluta comodidad o complacencia sin importarle un pimiento lo que ocurre a su alrededor.
Puede uno quejarse manteniendo una actitud positiva. Eso de saber valorar lo que tenemos (mucho conseguido con el sudor de su frente y mente, nadie se lo regaló), eso sí es complacencia; gracias a los inconformistas, el mundo avanza, progresa y mejora. Por ustedes viviríamos anclados en la Edad Media.
Esa frase de Reinhold Niebuhr no la interprete como resignación, expresa todo lo contrario: “Dios, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar, y sabiduría para reconocer la diferencia”. Pues esa diferencia, quien se queja la tiene presente, se queja a sabiendas de que entre todos y quien gestiona sí tiene en su mano ese cambio. Al igual que usted que se queda con la primera parte “sin pedir el valor” que no tiene, para tratar de quejarse y cambiar cosas.
Eso de quejarse de vicio solo sería aplicable a egoísmo e insatisfacciones personales, pero quien se queja para mejorar la vida de todos (por supuesto, la suya también) no es por vicio ni refalfiu.
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