Milagros inexplicables
Empecemos por beatificar a Santa Mascarilla por el celebrado "milagro" de reducir las muertes por gripe en nuestro país (doce mil a dieciocho mil de promedio anual), a tan solo tres fallecidos en 2020.
Un revival del milagro de la conversión de hace dos mil años, cuando en las bodas de Caná, nuestro Señor hizo el milagro de convertir el agua en vino. Hoy, con métodos más rudimentarios al alcance de todos los bípedos hispanoparlantes y defectuosos, las mascarillas (módico precio, IVA incluido), han hecho el milagro de convertir todo en "covid". Todo.
Añadamos a esta buena noticia que todas las urgencias de dolencias relacionadas con el tabaco han desaparecido en el mundo occidentalizado: cáncer, accidente cerebrovascular, ataque cardiaco, asma, bronquitis, pancreatitis, diabetes, EPOC, etcétera, todas desaparecieron. Desaparecidas. Extintas.
Entonces, si la gripe y el covid se transmiten de manera similar y, tanto una como otra, pueden terminar en neumonía, ¿será posible llegar a tal nivel de miseria de contraer el covid y la gripe a la vez?, o mejor, ¿que las dos sean una y este año "toque" todo gripe, a pesar de las mascarillas? Dicho lo cual, las mascarillas han venido para quedarse.
Otro milagro, este más difícil de explicar a los humanos: desde que el covid entró en nuestras vidas, más del 80 por ciento de los empleos creados fueron empleos públicos. Desde entonces se dio el caso normal de que las playas, los aviones, los trenes, autobuses, comuniones, bautizos, cines, centros comerciales, espectáculos... todos estuvieran abiertos, dentro de la normalidad.
Al mismo tiempo se dio el caso anormal de que los ayuntamientos, el Inem, el SEPE, los centros de atención primaria y administraciones... todos estuvieran cerrados, dentro de la anormalidad. ¿Será que hay overbooking de empleados públicos?
Otro milagro, este paranormal, es el del vividor y escurridizo Puigdemont, que lleva cuatro años medicándose para combatir la hernia de hiato producida por la risa recurrente que le ocasiona estar despistando, desafiando y abochornando al Gobierno, a la Justicia, a los españoles, a los catalanes y al sursuncorda.
Huyó de España en el maletero de un coche y, cuando se canse de comer mejillones al vapor y del vacile itinerante por Europa, volverá a España en parapente para aterrizar en Barcelona (ahora que Colau la ha devuelto al estado tribal, como en Nigeria o Camerún), enarbolando la estelada independentista, para despiporre general.
El pícaro "Puchi", Sánchez mediante, es un genio del Medievo en el siglo XXI.
Saludos cordiales.
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