Cómo hemos cambiado
Alegres y propicios días, ciudadanos. Habremos de reconocer que los hombres somos primitivos, brutos, tontilocos y zopencos, sobre todo cuando faltos de tacto (sin mala intención), en vez de recordar a nuestra pareja lo vital, seductora y adorable que nos resulta, le insinuamos que está gorda, o que su otrora maravillosa peca juvenil se ha convertido en una fea y repelente verruga.
Tal demostración de "tacto, amor y sensibilidad" en modo alguno habría de pasar desapercibida para el pujante colectivo tóxico-feminista, neurótico y desquiciado, que sin prisa, pero sin pausa, ha envenenado las relaciones hombre-mujer, hasta tal punto que ahora es políticamente correcto ver en cada hombre (más allá de inmigrantes y MENAS) a un potencial violador, cuando, entre muchas "manadas", solo la "manada de Pamplona" ha merecido la atención mayoritaria de feministas, prensa y televisión.
Vamos directos a la extinción, sufridos celtíberos. Al final, la procreación se resumirá en ir al súper y comprar un embrión, rubio o moreno, alto o bajo, ojos verdes o azules, según el nivel económico de cada cual (yo apostaría por los genéricos).
En cualquier caso, atentos a lo que diga una mujer. Esa es toda la verdad, y lo contrario es violencia de género. Si le robas un beso, la estás violando; si le lanzas un piropo, la estás acosando; si pasas de ella, eres un violador inverso; si eres pobre, gordo y calvo, para qué te voy a contar. Cualquier excusa vale para masacrar al varón.
En paralelo, algunos patéticos pardillos, agentes encubiertos del heteropatriarcado, creen que siempre nos quedará la justicia para hacer ídem, pero las sentencias kafkianas que se producen ponen negro sobre blanco, sin dejar a nadie indiferente. Lo vemos con estos ejemplos, de sobra conocidos.
Para escandalizar: el juez Del Olmo, sentenciando que un marido que dice "te voy a matar, zorra", lo de "zorra" no es un insulto, sino una forma de considerarla muy astuta.
Para preocupar: la magistrada María Sanahuja, exdecana de los jueces de Barcelona, avisando de que solo por decirle a su mujer "vete a la mierda" ya existen españoles con penas de seis meses de cárcel.
Para llorar: el Tribunal Supremo sentenciando que el sexo forzado en el matrimonio también es violación. Si te pones verraco, pero la pareja o esposa no quiere ayuntar..., te cae una denuncia por violación. Si por causa del exiguo trajín sexual doméstico ayuntas con otra, te mete demanda de divorcio, y la adorna con la VioGén. En ambos casos estás perdido.
Para reír (por no llorar): hito histórico: las feministas consiguen que tirarse un pedo sea violencia de género (de ahí la tendencia atmosférica de confundir amor con estupidez).
No es broma. Sucede en Valencia, donde una mujer discute con su exmarido, este le da la espalda, al tiempo que, por incontinencia gaseosa sobrevenida, se le escurre un pedo.
La fémina asocia, oye, capta, intuye, deduce, interpreta, que la bomba de metano va dirigida a ella, e interpone una denuncia por "presunto delito contra su dignidad" en el Juzgado de violencia sobre la mujer.
Sentencia: un mes de multa para el infractor por "actitud de menosprecio que lesiona la dignidad de la denunciante y menoscaba su autoestima y honor". (¡Por desperdiciar un pedo, pardiez!).
Asumida nuestra incapacidad para sobrevivir en este mundo dominado por las valquirias radicales y sus corifeos progres, los componentes de la cofradía MeImportaUnPito nos proponemos abdicar de todos nuestros tics eróticos veraniegos y dedicarnos, en exclusiva, a "la lucha armada" (empinar el codo) en tascas y discobares.
Dicho lo cual, como oprimido paciente del opresor "síndrome de la vejiga tímida", me veo en la urgente necesidad de acudir al mingitorio más próximo, sin más dilación.
Saludos cordiales.
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