Cuanto peor se pongan las cosas, más cerca está el paraíso
Sigo subiendo al cementerio a despedir a los amigos, cada año con más frecuencia, pero contra todo pronóstico, poco a poco, no solo me voy acostumbrando sino que me relaja, me sienta bien, es como la antesala de lo que espero, la puerta hacia el paraíso (Apocalipsis 21: 3,4); hasta los árboles me hacen guiños de complicidad, y las tumbas me transmiten una calma que me resulta difícil encontrar en este presente saturado de contaminación ambiental y acústica, de malas noticias, de propaganda interesada, de opinión mediática, de discursos inacabables de hipocresía, de falseo en la historia pasada, presente y futura. ¡Fuera lecciones de moral por parte de los inmorales, lecciones de honestidad a cargo de los corruptos! Basta de la violencia de los que no sirven para nada, de los que hubiera sido mejor que no hubieran nacido. Basta ya del miedo a las sabandijas.
Me acerco por un momento al cementerio viejo, aquí yacen algunos de mis antepasados, y en el rincón que no pertenecía al cementerio católico de Torrero, junto a los fusilados de la guerra civil, siguen esperando dormidos algunos de mis amigos que murieron jóvenes. Repaso complacido su recuerdo y me paseo admirando los monumentos funerarios en piedra que hablan de una muerte triste, mientras comparo esa tristeza con la esperanza cristiana en una resurrección: "Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio" (Juan 5:28,29).
Muchos de los inmorales recibieron una mala educación, una falta de principios, un ejemplo demoledor, que no los excusa pero que quizá con una nueva oportunidad -en el tiempo de juicio- puedan ofrecer garantías de comportamiento adecuado al reino -gobierno- de Dios. Eso tiene que llegar antes de que el calentamiento global acabe con la vida en el planeta. "¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?" (Mateo 24:1-44). Lo que se ha entendido como el fin del mundo es en realidad el fin de este sistema humano. En el mundo diseñado por Dios todos tendrán su oportunidad de conocer la verdad como seres vivos: "Conocerán la verdad y la verdad los libertará" (Juan 8:32). ¿Nos imaginamos un mundo donde solo tenga cabida la verdad? Eso es el paraíso.
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