Los jueces también tienen corazón
Si vemos a algún juez en las portadas de la prensa del cotilleo nacional nos rasgamos las vestiduras como si estuviera cometiendo un sacrilegio, porque siempre nos imaginamos a los señores magistrados administrando Justicia ceremoniosamente, manteniéndose a una considerable distancia del mundo que les rodea, impasibles e imperturbables ante las sentencias que tienen que dictar, construyendo ante sí un muro infranqueable para evitar cualquier mínima influencia que pueda afectar a sus veredictos.
Pero los jueces son también personas, y como tales tienen sus debilidades. Se enamoran, como todo hijo de vecino, y cuando lo hacen se comportan como tú y como yo, porque no hay nada como la locura transitoria que dura lo que dure, y que bienvenida sea, que sin amor no hay paraíso. Un paraíso al que los jueces también tienen derecho, faltaría más, aunque desde el banquillo no se les vea tan de color de rosa, sobre todo cuando sus sentencias no nos sean favorables.
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