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El ateísmo, la muerte y la nada

6 de Octubre del 2021 - Ana María Fernández Menéndez (Avilés)

El ateísmo es un fenómeno que está cada vez más presente en nuestra cultura y junto con la obsesión por la salud, la muerte y la creencia en la nada, elementos que, aunque diferentes, están en íntima relación, forman una parte importante de la estructura cultural y mental de la sociedad occidental. Es cierto que algunas manifestaciones de ateísmo han existido siempre en algunas personas o grupos, pero de forma muy minoritaria. Pero también es cierto que desde que tenemos constancia prácticamente todos los pueblos desde la más remota antigüedad han creído en la existencia de la Divinidad, de lo Sagrado, de seres creadores del universo y de todo lo existente y también en la persistencia de algún tipo de vida más allá de la muerte. El ateísmo como fenómeno de masas, no solamente teórico sino fundamentalmente práctico, es decir, vivir y comportarse como si Dios y todo lo que ello implica no existiera, es un fenómeno reciente.

Su desarrollo comenzó en el siglo XVIII, se consolidó en el siglo XIX y resiste y persiste, bastante reforzado, hasta nuestros días. Sin embargo, se puede decir que más que un fenómeno religioso, es a día de hoy, un fenómeno cultural, ideológico e incluso político-social y coincide, tanto en el tiempo como en el espacio, es un fenómeno fundamentalmente europeo y del mundo occidental, con una crítica violenta, radical e incluso irracional de todo lo anterior, incluyendo también la crítica a la religión, sobre todo al cristianismo al que se considera causante de la mayoría de los males de los últimos 2.000 años y en parte de la degradación y supuesta ignorancia de la sociedad occidental anterior. También coincide este fenómeno con un desarrollo espectacular de la ciencia concebida por algunos como el sustituto de la religión. Sobre esto parece que Albert Einstein, que, sin lugar a dudas, conocía muy bien tanto las posibilidades como los límites de la ciencia y de los propios científicos, dijo que "La ciencia no es una religión y no puede pretender ocupar su lugar". Hoy el ateísmo tiene en gran parte un carácter organizado, militante e incluso combativo y es un componente básico de algunas ideologías vigentes. Es decir, más que un fenómeno religioso, se ha convertido en un fenómeno político-ideológico vinculado también a determinados sistemas o movimientos filosóficos.

La filosofía es un saber importante, es un pilar básico en la formación de la cultura, de la manera de pensar, de razonar e incluso hasta de sentir y, por tanto, del ser y del estar en el mundo y en la sociedad. La filosofía puede tener unos efectos positivos, beneficiosos, catárticos, liberadores e incluso convertirse en una auténtica terapia cognitiva, pero también puede ser destructiva y provocar todo lo contrario: confusión, angustia, desconcierto, caos mental y emocional e inducir a tomar caminos y decisiones equivocadas con resultados irreversibles e irreparables e incluso provocar auténticos problemas mentales. En este sentido se puede señalar que es precisamente en el siglo XIX y comienzos del XX cuando surge en los ambientes culturales la figura del artista maldito y la relación entre genialidad y locura, fenómeno hasta entonces inexistente, y que llevo a numerosos artistas, literatos y filósofos a tener auténticos problemas mentales hasta el punto de tener que ingresar en los centros psiquiátricos, manicomios, de aquellos tiempos.

La sociedad en la que hoy nos encontramos es muy compleja y tiene síntomas inquietantes. Parece que están aumentando de forma alarmante los suicidios y la banalización de la muerte. Se está generalizando correr riesgos, a veces con resultado de muerte, de forma absurda e irresponsable, simplemente por hacerse una fotografía o mostrar unas habilidades más o menos espectaculares. También la violencia extrema entre pandillas de jóvenes o contra mujeres y niños, asesinando de manera antinatural y fríamente planificada y luego suicidándose, a los propios hijos, algo nunca visto hasta ahora y que parece ir en aumento, así como la proliferación de películas, series, revistas, videojuegos, incluso anuncios publicitarios, en los que la muerte y la violencia adquieren un total protagonismo.

La situación es preocupante. Es cierto que algunos grupos poderosos e influyentes en nuestro país están analizando causas y tratando de aportar soluciones con un gran apoyo económico y publicitario, pero sin apenas resultados, buscando el origen de casi todo esto en un supuesto machismo que hunde sus raíces en la prehistoria y también en ancestrales organizaciones familiares. Sin embargo, las causas pueden estar mucho más cercanas y vinculadas, en gran medida, a la filosofía, la psicología, la antropología y la ontología existencialista. Se podría decir que, en general, somos lo que pensamos y como dijo con gran acierto Kandinsky "Cada obra es hija de su tiempo y a menudo madre de nuestros sentimientos" y hay muchas obras, pero fundamentalmente dos, en este caso filosóficas, que podrían estar en la base de mucho de lo que está ocurriendo. ...stas son "El ser y el tiempo" de Martin Heidegger que estuvo muy vinculado al Nazismo y "El ser y la nada" de Jean-Paul Sartre, vinculado filosófica, vital y sentimentalmente a Simonne de Beauvoir, uno de los fundamentales iconos y pilares del feminismo aún a día de hoy. El existencialismo ha sido un extenso e influyente movimiento filosófico, que, aunque nació formalmente a comienzos del siglo pasado (1927), tuvo y sigue teniendo, al menos en nuestro país, una gran influencia y continúo eficazmente con un proceso de nihilización, de vaciamiento mental, intelectual, religioso y moral lento pero progresivo y constante, que ha ido cambiando nuestra manera de pensar, de razonar, de sentir, de ser y de estar. Estos autores y otros muchos pronto abandonaron el ensayo, que exige unos planteamientos rigurosos y contrastados, para difundir sus ideas fundamentalmente en la novela y el teatro en los que se puede mezclar fácilmente la ficción con la realidad y donde la falta de rigor y las afirmaciones gratuitas, con todas sus posibilidades imaginarias y ficticias, no solo no son vistas de manera negativa y engañosa sino como una genialidad creativa y que difundidas y repetidas constantemente se les ha acabado concediendo la categoría de creencias.

El existencialismo trata de los problemas del ser y sobre todo del existir, de la manera de estar en el mundo. El existencialismo tiene además una fijación obsesiva con la muerte. "El hombre es un ser para la muerte" dijo Heidegger, a la que considera no como un proceso natural común a toda la naturaleza, también a la humana, sino como un fracaso total. La idea de la muerte provoca en el existencialismo una angustia permanente y una incertidumbre, para algunos insoportable, algo "que escapa a la libre elección", por lo que la única posibilidad de control sobre ella es el suicidio programado, planeado y, en algunos casos asistido, es decir, la eutanasia recientemente legalizada en nuestro país y concebida como un derecho de la persona. Entre otras muchas cosas, Heidegger dice que la planificación de la muerte da un empoderamiento sobre ella, la debilita, "es la posibilidad de hacerse dominante de la existencia" ,"el poder ser hasta el fin", "el poder ser total y propio" ," ser libre para la muerte estrellándose con ella" ,"ser libre para la muerte, una posibilidad elegida" y por último, dice entre otras muchas cosas "solo la muerte garantiza la totalidad y propiedad del estado de resuelto". Es decir, que solo la muerte lo resuelve todo. Pero este "poder ser total" solo es posible con el ateísmo y la creencia en la nada. "La muerte cierta e inevitable se abre a la angustia, la nada, al no ser" dijo Heidegger. Pero realmente lo único que se controla con estos supuestos es lo que sucede antes de la muerte, pero no lo que podría suceder después, ya que solo tenemos realmente la evidencia demostrada de que es nuestra parte material, física, nuestro cuerpo, nuestros órganos los que se corrompen y se destruyen después de la muerte. Pero ¿Qué ocurre o puede ocurrir con esa otra parte inmaterial, ese principio vital que todo lo pone en funcionamiento y que no está localizado en ningún órgano concreto, con eso que se denomina alma y que aunque abandona el cuerpo tras la muerte siempre se ha creído mayoritariamente que persiste después de ella, como sostienen por otra parte prácticamente todas las religiones?

Por otra parte, en 1943, en plena guerra mundial, se publica "El ser y la nada" de Jean-Paul Sartre. Para este autor, la vida también es un absurdo, un fracaso, una tragedia, una inutilidad, "todo el proyecto de la existencia es fallido porque acaba en la muerte" que a su vez es para él tan absurda como el nacimiento. Pero realmente, ¿qué es la nada? Sartre se muestra en este tema contradictorio. Por un lado dice que es el "no ser" pero por otro que "el no ser es un componente de lo real" y aunque niega su existencia, de facto, le da vida, le da ser y, sobre todo, le da espacialidad, la convierte en un lugar "la nada sin tener ser esta sostenida por el ser" ," el ser lleva en su ser la nada" ,"la nada se cierne en torno al ser por todas partes" "la nada es un siempre" ,"un en otra parte". Es decir, después de la muerte viene la nada, se va a la nada y esto es una trampa psicológica. En el ser humano, el instinto de supervivencia, e incluso de inmortalidad, es muy fuerte ya que incluso las personas que se suicidan u optan por la eutanasia suelen decir que quieren acabar con el sufrimiento, que quieren descansar definitivamente. Para los creyentes existiría, por tanto, el cielo o el infierno; para los ateos, la nada en la que no hay ni premios ni castigos ni deudas que pagar de ningún tipo. Sería un estado de paz, de descaso eterno, sin angustias, sin dolor, sin inquietud. La nada no sería, por tanto, un "no ser". Sería otra forma de ser y estar.

Desde el punto de vista filosófico, la nada no tiene consistencia. Es inexplicable. No es ni siquiera un concepto metafísico. Es una simple afirmación que se ha transformado en una creencia. Por otra parte, para Sartre, la conciencia es perturbación. Es decir, que las personas que tienen conciencia son unos perturbados y la libertad, una condena. Por eso dice que el primer paso de una filosofía ha de ser "expulsar las cosas de la conciencia" y desenganchar las causas de sus efectos. Pero este vaciamiento de la conciencia convertiría prácticamente en normal, irresponsable e indiferente la falta de principios morales en el comportamiento tanto en lo personal como en lo social, tanto en lo público como en lo privado. Todas estas ideas se han difundido y se siguen difundiendo a través de los distintos y potentes medios de comunicación de que hoy se dispone y han infectado y destruido nuestra cultura, nuestros valores, nuestras creencias y hasta la propia sensatez y explican mucho de lo que esta ocurriendo. Es necesario, por tanto, replantearse algunas cosas y acostumbrase a manejar certezas y no incertidumbres y absurdos.

En conclusión, se puede decir que el ateísmo es realmente la afirmación de una negación sin comprobación y sin demostración. Existen muchos más indicios para creer en la existencia de un Creador que para creer que todo es producto de la casualidad, el azar, o de una supuesta energía salida de no se sabe dónde. Por otra parte, la incertidumbre ante la muerte nos afecta a todos y desde la legalización del aborto no se está seguro ni en el seno materno. Hasta el propio Evangelio nos lo recuerda, "velad, porque no sabéis ni el día ni la hora". La muerte es realmente un componente consustancial de nuestra naturaleza y la nada, una ficción inexistente y fuera de la experiencia. Como dijo el mismo Sartre, "una cosa puede no existir en sí, pero si para mí".

La fe, la auténtica fe, no es una pesada carga que anula la naturaleza; es una auténtica y feliz liberación aún a pesar de las dificultades que la propia vida o los demás provoquen. El bien y el mal realmente existen y se manifiestan constantemente. Es cierto que desde el pasado se han venido cometiendo errores. Uno de ellos ha sido que, desde los primeros siglos de nuestra era, por presiones e influencias del gnosticismo y de la sofística, se convirtió al cristianismo en algo que no es, en una filosofía religiosa, con las complicaciones, especulaciones en ocasiones absurdas, y las contradicciones que ello implica y que han conducido a modificar el auténtico sentido del mensaje evangélico y a no mostrarlo en su verdadera dimensión, sin complicaciones añadidas ni complejos. "Mi yugo es llevadero y mi carga ligera" dijo el Señor.

Ciertamente, nuestras sociedades y nuestro ambiente cultural necesitan un cambio. Hay otras formas de ser, de existir, de sentir, de vivir y de percibir mucho más positivas, optimistas y vitales y también más realistas, más honestas y más felices. Hay personas a quienes la observación de la grandeza del universo y la propia fuerza que muestra en ocasiones la naturaleza les inquieta, les perturba y angustia y desconcierta porque encierra en sí mismo esas grandes preguntas que todos ,en algún momento de nuestra vida, nos hacemos como de dónde ha salido todo esto, el mundo, el universo, nosotros mismos y también por las causas de los acontecimientos que se ven y que se nos manifiestan y que pueden tener, en ocasiones, incluso connotaciones simbólicas e interpretaciones apocalípticas. A otros, en cambio, esta espléndida grandeza les da seguridad, certezas y esperanza, porque como dice de forma bella y poética el Salmo 19: "La gloria de Dios los cielos narran, la obra de sus manos pregona el firmamento... no es un pregón, no es una lengua, no es una voz que se pueda escuchar; mas por toda la tierra se extiende su eco y hasta el confín del mundo sus palabras..."

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