Hípico o autódromo
Hace pocos días, los amantes del deporte hípico hemos sido sorprendidos en la ceremonia de entrega de premios y celebración de un triunfo deportivo hípico conseguido en equipo por el señor Fernández-Durán y su caballo "Musicam Gold Digger", ganadores de la prueba "Príncipe de Asturias" del CSIO de Gijón.
La sorpresa, y no precisamente agradable, se produce cuando tras la entrega de premios, en la tradicional vuelta y cabalgada final en la que el público premia con sus aplausos a los ganadores y primeros clasificados de cada prueba, en esta ocasión se hurtó de recibir los aplausos al caballo ganador, obligando al jinete a menospreciarlo y sustituirlo por un vehículo, con muchos ceros y seguramente con muchos caballos, que inmerecidamente fue el que recibió los aplausos del público.
Comprendo que hay que recompensar las aportaciones económicas con las que algunas entidades colaboran y hacen posible el buen fin de éste y otros eventos, pero no es admisible que interfieran y se hagan protagonistas de la fiesta. Esto es lo que desafortunadamente se ha producido en este caso.
La entidad que patrocinó este episodio deportivo, que se celebró bajo la designación de premio "Príncipe de Asturias", debería haber sido consciente del respeto que se debe a ese nombre, al público, a los deportistas participantes y a sus nobles brutos e, incluso, a la organización, aunque ésta haya sido voluntaria o involuntariamente cómplice del hecho que denunciamos.
No puede tolerarse que las compensaciones publicitarias para satisfacer las aportaciones económicas interfieran en la celebración deportiva, y en este caso se ha producido. Bien está que se haya permitido a la entidad patrocinadora instalar un stand comercial y que haya expuesto sus productos visiblemente en el recinto e, incluso, que los haya plantado en el centro del campo de saltos (¿qué hubiera ocurrido si algún participante se hubiese accidentado con ese obstáculo totalmente ajeno al desarrollo de la competición?), pero resulta inadmisible que haya sustituido a uno de los participantes del encuentro, aunque haya sido en su última parte.
Para desgracia de la firma anunciadora-patrocinadora, su poca sensibilidad creo que le ha generado más pérdidas que beneficios, al menos por los múltiples comentarios críticos con su actuación que se oían a la salida del recinto. Creo que esta actuación debe ser calificada con tantos ceros como lleva su bandera.
Finalmente, me atrevo a recomendar a la organización un mínimo de firmeza para evitar los desmanes de los patrocinadores voraces; no cabe aplicar sin límites la filosofía del que paga otorga.
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