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Recordar no me hace vivir dos veces

10 de Octubre del 2021 - Marino Iglesias Pidal (Gjón)

Ni lo más concreto, me parece a mí, deja de ser relativo. El ecuador, imagino, seguirá midiendo lo mismo que hace... 55 años. Sí, esos años han transcurrido ya desde que me acodaba en la barandilla de mi terraza, cinco pisos por encima del cine Imperial, en La Candelaria, en Caracas, como lo hago ahora, sobre el alféizar de mi ventana, cinco pisos, también, casualidad, en este caso, por encima del garaje de mi edificio. También el mismo momento del día, primeras horas de la noche y, sin embargo, muy poca similitud entre las imágenes que se ofrecen, y se ofrecieron, a mi vista y, sobre todo, a mis sensaciones. Los recuerdos desenfocan mi visión del presente para enfocar los del pasado.

El presente ha hecho mucho más pequeño mi mundo y mucho más grande el mundo de todos. Incluso la realidad se muestra a mayor escala, para hacerse ver más pequeña.

Callecitas, cochecitos, estoy viendo ahora. Los coches, ¡uy los carros! Horas me pasaba contemplándolos, y deseando conducirlos. Acostumbrado al 600 del señorito, aquellas naves... Dios. Aquellos haigas de 8 cilindros en V... Full equipo.

Tragaban gasolina como un barco, y qué, con dos o tres bolívares llenabas un tanque. Te sentías en ellos como en el salón soñado para tu casa, lanzado a toda velocidad sin sentirla, la velocidad. Impartías órdenes simplemente tocando botones. ¡El volante! ¡Ay, mamita! No tenías que agarrarlo, ¡para nada! Simplemente posabas la palma de la mano sobre él y lo hacías girar con una leve presión, ¡había quien le fijaba una bola loca para hacerlo aún más fácil y seguro! Eran un disfrute.

Al regreso de la ensoñación veo algunos transeúntes ya con ropa de cierto abrigo. Ropa de abrigo... Ropa de abrigo. Coño. Los caraqueños decían de su ciudad, de eterna primavera, yo, de eterno e ideal verano. Qué maravilla. ¡El pulpo! ¡Ostras! Aquel enmarañado de autopistas... Igualito que la caleya asfaltada del Infanzón.

Desde luego que los paseos en lancha por El Muelle o la pesca del calamar en El Musel tenían su encanto, ¡pero qué ver con el recorrido salvaje en curiara por El Caroní o El Orinoco!

Sí, sin duda alguna, al menos para mí, el mundo es del tamaño de los sueños, y mis sueños guardan una atroz relación inversa con mis años.

"Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces", creo que dijo un tal Marco Valerio Marcial. Pero, lo que es para mí, por mucho que recuerde la maratón que corrí hace 25 años, lo que ahora vivo es la jodición de mis tendones de Aquiles, desde que hace un mes me vi en la necesidad de echar una carrerita para salvar un error en la dirección del oftalmólogo, visita forzosa, a ver si me puede mediocomponer algo los ojos, porque, lo que es recordar el que, cuando carajito, todas las vecinas se empeñaran en fuñirme la paciencia, haciéndome mirarlas, para lanzar exclamaciones de asombro y admiración, no me libera en absoluto de esta penitencia ocular que, actualmente, me fuñe la paciencia.

Así que lo más que puedo esperar es que mis recuerdos no me lleven al triste final que, según, llevaron al tal Marcial, el suicidio.

Cómo se hace.

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