Fútbol
Las tácticas frenéticas que duran los 90 minutos no dejan lugar a la improvisación y al talento individual. Todo está plasmado sobre la pizarra, nada se sale de la mente cerrada del entrenador: el fútbol actual aburre hasta las piedras. Nos robaron el espectáculo.
Los jugadores en el campo son fichas, robot, monigotes que deben hacer en los 90 minutos lo que cada entrenador les exija. No hay otras opciones salvo para las figuras que supieron imponer su jerarquía con movimientos personales sin quedar sujetos a ser meras marionetas de los berridos de su entrenador. ¿Tiene que existir táctica? Por supuesto, pero en el campo: el contrario, las circunstancias, los avatares y un sinfín de imprevistos harán que eso que se practicó en pizarra se vaya al traste.
Solo esos profesionales son capaces de ver por dónde circular mejor el balón para hacer gol. El entrenador que pretenda ganar el partido solo con su estrategia se equivocará, casi siempre sale de jugada sin ensayo de los jugadores más decididos y capaces. Todos vemos al míster vociferar los 90 minutos… ¡sal tú al campo, pazguato, y mete gol! Todo se entrena, lo que se dejó de entrenar de semana mal va el entrenador a inculcarlo en el partido, por eso me rechinan los entrenadores que se pasan el partido berrando.
Además, dejó de ser ese deporte (el fútbol) que fascinaba por interpretar lo propio de cada afición, ahora es del dinero. Del dinero del dueño. La afición y socios ya no tienen peso específico en el presupuesto, resultado: puro negocio.
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