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Asturias, tierra de plumeros

11 de Octubre del 2021 - Pedro Manuel del Rosal Cimadevilla (GIJON)

Poco más hay que decir para introducir el contenido de esta carta. Estamos en la época de floración de esta poderosa planta invasiva, que con sus flores beige se impone con rotundidad al verde de fondo, remarcando así su presencia dominante en nuestro paisaje.

Soy asturiano y me encanta esta tierra y todo lo relacionado con ella, y no sé si es por eso o por uso básico del sentido común, el normal y el medioambiental, que me duele ver cómo esta especie invasora continúa su expansión libre utilizando los bordes de carreteras, autopistas, fincas colindantes y también cualquier otro tipo de terrenos, modificando no solo el paisaje sino el ecosistema que subyace en él. Hace unos días, tomando un baño en la playa España, observé que en los acantilados que conforman ese hermoso y privilegiado entorno, comenzaban a brotar plumeros. Dentro de muy pocos años, por su capacidad de reproducción y ocupación del terreno, dominarán también ese entorno si nadie lo remedia.

"El plumero ha venido para quedarse", "es un problema de muy difícil solución", "se necesitan políticas coordinadas", "es un problema de la Administración regional"... son expresiones que hemos escuchado y leído en los medios en innumerables ocasiones en los últimos años y que ya damos por hecho, que no hay nada que hacer.

Pues no es verdad, hay mucho y bueno que hacer. Lo más importante y básico que hay que hacer es trabajar, y sin complicarse la vida, es decir, cada uno desde su posición y competencias. La Administración regional usando su competencia legisladora para editar normas que regulen el control de esta especie invasiva, como la prohibición de cultivar y tener plantas de este tipo, no solo en fincas públicas, sino incluso en fincas privadas (solo se trata de aplicar el RD 630/2013, como ha hecho Euskadi y donde el plumero es prácticamente inexistente). Las administraciones locales deben coordinarse entre sí y con la Administración regional, y aprovechar los recursos que tienen para el mantenimiento de parques y jardines, para ejecutar acciones de erradicación de esta plaga en espacios públicos, tanto propios como colindantes, si fuera el caso utilizando normas y leyes que les den capacidad, priorizando las necesidades reales como puede ser este caso frente a las ornamentales. Los ciudadanos, siendo responsables con el cumplimiento de las normas y trabajando de manera individual o colectiva para limpiar sus fincas o comunidades vecinales (siendo un excelente ejemplo La Fresneda, donde los vecinos realizan esa tarea organizados en sextaferia).

El problema por tanto no es el plumero, sino, como suele ser habitual, las personas, y en particular, las que deben hacer su trabajo en las diferentes administraciones y no lo hacen con la diligencia y profesionalidad exigida. Ninguna de las medidas indicadas se han llevado a cabo, ni se ha legislado ni se han puesto medios de coordinación entre administraciones, solo se ha dotado de dinero a una empresa (Tragsa) para este fin, medida que por sí sola no tiene eficacia alguna y el resultado, lamentablemente, está ahí. En consecuencia, cada año que pase, cada otoño que no se actúe de forma coordinada, esta especie que ni anda, ni se mueve, ni habla, ni piensa, nos ganará el terreno como lo ha hecho todos estos años y cada año de manera exponencial al número de ejemplares. En julio de 2018 se publicó en los medios a bombo y platillo que "el plumero desaparecerá de Asturias", en base a un plan de acción encargado a Tragsa, empresa con amplio capital público. El resultado es el que es, un rotundo fracaso y no quiero ni pensar en el coste de las acciones llevadas a cabo para ese resultado nefasto.

Con dinero, si es que lo hubiera, no se soluciona el problema. Porque una medida aislada no es suficiente para atajar el problema, cuyas raíces no son las de la planta, sino la descoordinación entre administraciones y la dejadez legislativa. Y ello no debe ser una razón para dilapidar el dinero público en medidas ineficaces.

Hace unas semanas escribí una carta en este mismo medio sobre las subvenciones y ayudas públicas para personas y colectivos desfavorecidos, titulado "Money for nothing". No cuestiono en absoluto esas ayudas, solo digo que no es bueno entregar dinero a personas a cambio de nada. Hay muchas cosas por hacer en esta sociedad, trabajos para la comunidad como acompañar/visitar ancianos que viven en soledad, limpieza de caminos y cunetas obstruidas. Otro trabajo útil bien podrían ser las tareas de desbroce y limpieza de plumeros, aunque solo sea cortar las flores en esta época del año, meterlas en bolsas de basura y llevarlas al contenedor de residuos orgánicos. Si los vecinos de La Fresneda lo hacen a través de una sextaferia popular entregando su esfuerzo de manera gratuita, las miles de personas que cobran ayudas públicas podrían hacerlo también. Dinamarca ya aplica políticas de este tipo. Pedir que esto se haga aquí es de sentido común y justicia social, y al mismo tiempo, de optimización de los recursos públicos al que todos estamos obligados, los ciudadanos contribuyendo con el pago de sus impuestos, y las diferentes administraciones públicas, legislando con sentido común y gestionando los recursos con eficacia. ¿Es eso es mucho pedir?

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