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La sinración de la objeción contra Educación para la Ciudadanía

30 de Enero del 2009 - Julián Alonso Elizo (Oviedo)

El pasado 24 de enero La Nueva España nos servía un popurrí de argumentos en contra de una asignatura como Educación para la Ciudadanía (EpC), que pretende formar en los valores más elementales de la Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

¿Cómo puede alguien estar en contra de que se enseñe en las escuelas e institutos a respetar a los demás, aunque sean diferentes a uno mismo? ¿Qué puede haber de malo en que los estudiantes aprendan a convivir en una sociedad diversa y plural? Llama la atención que siendo tan pocas las objeciones presentadas contra esta asignatura, tengan tanto espacio en los medios de comunicación.

Me gustaría poder reflexionar desde las páginas de La Nueva España sobre la sinrazón de esta campaña en contra de la asignatura EpC.

Pienso que esta campaña no es más que una nueva batalla de la misma guerra que el sector fundamentalista católico ha emprendido contra todas las medidas de carácter social del Gobierno.

Como es habitual, este sector fundamentalista católico justifica su objeción en la libertad para elegir la educación de nuestros hijos entendiendo su derecho a elegir como el derecho a formar a sus hijos en el odio hacia las personas homosexuales y/o transexuales, pues no nos engañemos, ese es el verdadero quid de la cuestión. Considerar que el Estado no puede promover el respeto de sus ciudadanos por las personas no heterosexuales y sus familias es claramente una actitud homófoba que en una sociedad democrática es no sólo injustificable sino también atentatoria contra los más elementales principios de la convivencia, entre ellos el principio de no discriminación.

Insiste este sector en combatir también la educación afectivo-sexual, dejando ver claramente su ceguera ante la realidad social de nuestro tiempo y ante los problemas a los que se enfrentan nuestros jóvenes. La educación afectivo-sexual siempre ha sido una asignatura pendiente de nuestro sistema educativo, lo que se ha traducido en un altísimo índice de embarazos en adolescentes, en una proliferación de las enfermedades de transmisión sexual y en la violencia de género. Inmersos como estamos en la epidemia del VIH y de otras enfermedades, oponerse a la educación afectivo-sexual es un atentado contra la salud pública, además de una violación del derecho del alumnado a recibir una formación integral que les permita vivir una sexualidad sana y responsable. Subyace en este rechazo una moral sexual que considera como pecado y por tanto, inadmisible, cualquier práctica sexual fuera del matrimonio heterosexual y no encaminada a la reproducción. La sexualidad es mucho más que la simple reproducción y que genitalidad y no podemos seguir mirando hacia otro lado ante una carencia en la educación tan lacerante como ésta.

Otro de los argumentos que manejan los objetores consiste en acusar a la asignatura de doctrinaria, comparándola incluso con la educación en la Alemania nazi. La verdad es que tal comparación resulta un sarcasmo cruel, pues una de las características del adoctrinamiento de la Alemania nazi consistía no sólo en la teoría de la superioridad de la raza aria (y consecuentemente el considerar a las demás razas inferiores y prescindibles) sino también en la pureza de esa raza aria, y por consiguiente, en la política de exterminio contra todos los colectivos que suponían un freno a esa pretendida superioridad: enfermos mentales, homosexuales y otros colectivos se convirtieron así en grupos que había que exterminar, para prevenir a la raza aria del efecto contaminante.

Si hay una asignatura que adoctrina, esa es la enseñanza de la religión católica, en la cual se imparten los dogmas de una determinada confesión religiosa que no pueden ser contrastados ni cuestionados. Durante 40 años el Estado adoctrinó a la sociedad española imponiendo una moral autoritaria y totalitaria, aunque católica. Nunca ni la iglesia ni estos sectores que se dicen católicos protestaron contra esa clara y evidente instrumentalización política de la educación al servicio de una dictadura. ¿Pretende este sector restaurar el nacional-catolicismo?

¿En qué consiste Educación para la Ciudadanía?

El preámbulo de la LOE dice: Entre los fines de la educación se resaltan el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades afectivas del alumnado, la formación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y de la igualdad efectiva de oportunidades entre hombres y mujeres, el reconocimiento de la diversidad afectivo sexual, así como la valoración crítica de las desigualdades, que permita superar los comportamientos sexistas.

Así mismo se propone el ejercicio de la tolerancia y de la libertad, dentro de los principios democráticos de convivencia y la prevención de conflictos y la resolución pacífica de los mismos.

Es indudable que la campaña contra EpC no es sólo una campaña contra una asignatura, ni una campaña contra el Gobierno. Se trata de una guerra contra los valores constitucionales y contra el principio del respeto a la pluralidad. Los que combaten EpC (asociaciones, confesiones religiosas, gobierno autónomos, etc.) están luchando contra el principio de la convivencia pacífica de una sociedad plural como la nuestra, en la cual debemos tener cabida todos, con independencia de cualquier circunstancia personal o social (como el color de piel, el lugar de nacimiento, la edad, el sexo, la orientación sexual, la profesión religiosa, etc.)

Julián Alonso Elizo,

maestro

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