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Un congreso, los apoyos y un ñarigón para Cascos

28 de Septiembre del 2010 - José Manuel Fernández Arias (Las Regueras)

Cada día se quedan más solos y aislados el reducido número de dirigentes populares que atrincherados, y promoviendo noticias de las que nadie se atreve a ser autor, ven cómo son más y más las personas importantes que opinan la conveniencia, para poder ganar, de que Francisco Álvarez-Cascos encabece la candidatura a la Presidencia del PP en Asturias en mayo de 2011. Por otra parte, lo de los votantes de base, mal que les pese, constituye eso que a ellos no les gusta ni nombrar, un clamor popular.

Casi todas las cosas en la vida tienen una razón de ser y por ello a los votantes del PP sería necesario explicarles cuáles son, sin lugar a dudas, algunas de las claves que nos han llevado a la situación de pulso y bloqueo actual en el que después de meses nos encontramos.

La actual avalancha de sentimientos en la calle en contra de la dirección provincial del partido tiene su origen en el congreso de mayo de 2009, en el que a pesar del férreo control del aparato de la calle Manuel Pedregal, hasta un 38 por ciento de los compromisarios, a cara descubierta, votó en contra de esa misma dirección regional. Fue un aviso muy serio, que no supieron, ni quisieron, ni canalizar, ni interpretar ni gestionar. Trataron de aplastar la rebelión encubierta con el látigo y con despidos de los no adictos. Se habían perdido todas las elecciones desde 1999 y de 78 municipios sólo gobernaba entonces el PP en 11 (ahora se ha unido Siero). Por tanto, la razón de la movida de las bases tiene un origen claro. Que esto no aguantaba era algo cantado desde entonces, viniera Cascos o dejara de venir.

Por otra parte, al grupo opositor de Cascos liderado por Gabino de Lorenzo, que más que oposición a Cascos lo que se intuye que están haciendo es opositar a quedarse donde están, les crecen todos los días los enanos. Ya han sido Esperanza Aguirre de Madrid, Núñez Feijóo de Galicia, Fraga, Valcarce de Murcia, Pedro Sanz de La Rioja y la mayoría de los pesos pesados del PP nacional lo que han elogiado la trayectoria de Cascos y los que estiman que serían una inmejorable opción para ganar en Asturias. Ahora se han sumado más de la mitad de las juntas locales de Nuevas Generaciones, contradiciendo a su líder, que a lo que parece tendrá los días contados si no rectifica. En fin, que mucho me temo que deban de estar esperando que apoyen a Cascos un tal Obama y Benedicto XVI para caerse del guindo. Si Asturias tiene que hacer exclusivamente lo que dicte alguien que no ha mucho llevó una importante «llombada electoral», de la que parece resentirse (aunque espero que no sea nada), mal vamos, porque si desdeñamos las opiniones de los que ganan por mayorías absolutas en todas esas comunidades, alguna de 6.000.000 de habitantes (para, por cierto, dar trabajo y, por ende, de comer a cientos de licenciados y profesionales asturianos que no encuentran trabajo en Asturias), y escuchamos a quien sólo es capaz de ganar en su pueblo, es que algo raro pasa o que algo no funciona como debiera.

La cuestión, por otra parte, se ha enconado de tal manera que en la calle ya se barajan otras razones ocultas a la situación actual del PP. Se habla de que pudiera existir un «macropacto entre PSOE/PP» poselectoral en el que, una vez pasadas las elecciones, las monedas de trueque pudieran ser incineradoras, palacios, sobrecostes multimillonarios y otras cuestiones escabrosas más, que haber haylas. En suma, un hipotético contubernio. Un giro radical de la política asturiana con el aterrizaje de Cascos podría dejar en paños menores a más de uno. Es otra teoría nada descabellada.

Recordemos, por último, otra de las claves del conflicto. En nuestra memoria reciente está que el principal escollo a salvar entre Cascos y los dirigentes regionales estribaba en que Cascos tendría que venir a presentarse, es decir, a ofrecerse, o sea, a meterse en la boca del lobo. Ésa, para mí, era sin duda la estratagema de los dirigentes regionales para tener la ocasión de «leerle la cartilla con los asuntos espinosos de la transición», o sea, para marcarle la hoja de ruta. Sería el momento de ponerle «el ñarigón» a Cascos, artilugio que, como muy bien sabemos los aldeanos, sirve para dominar a los animales sujetándolos por la nariz, parte bastante sensible y dolorosa de su cuerpo. De no llegar a un acuerdo, nos contarían mil milongas, pero nunca nos dirían lo ñarigón. A todo esto, presumo, Cascos, que es perro viejo, no osó picar en el anzuelo que le ofrecían unos osados salvapatrias, pues no parece que esté decidido a venir a cualquier precio.

Entonces, el sumo hacedor de este tinglado, el mismo que deseaba darle el plácet, al ver lo escurridizo de la pieza, se encolerizó, se puso nervioso y sacó un comunicado, ilegal y grotesco, no proponiendo algo o a alguien, sino, exclusivamente, vetando a Cascos. Conclusión, el hecho no está en si Cascos sí o si Cascos no, ni en si Cascos une o divide, lo que queda meridianamente claro es que si Cascos se prestara a que le pusieran «el ñarigón» ya hace meses que teníamos candidato, pero como eso es imposible estamos aún en las trincheras. No obstante, que a nadie le quepa la menor duda de que hay partido.

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