El poder de las expectativas
En una época en la que las casas se teñían de ansia por lograr una vida mejor. Un niño, estudiaba en casa con su madre tras haber sido expulsado de la escuela por su bajo rendimiento académico. La madre, llamada Nancy Elliot, era una maestra retirada que había ejercido su profesión durante su etapa de soltera. Una neoyorkina con una excelente educación que, pesé a encontrarse sola ante la dificultad de educar a su hijo, se armó de valor para brindarle, además de conocimientos, su apoyo, cariño y confianza; e hizo de él, algo más que un inventor capaz de iluminar ciudades. Sí, esta es la historia de Thomas Edison, inventor de la bombilla, y su legado nos permite explicar el "efecto Pigmalión" o profecía autocumplida.
Numerosas investigaciones avalan la importancia que el "efecto Pigmalión" ejerce en el ámbito escolar, pero ¿cómo funciona? El personal docente tiene una imagen (expectativas + creencias) que influye de forma directa en el comportamiento del alumnado y, por ende, en su rendimiento académico. Por ello, es fundamental que todos los miembros de la comunidad educativa (padres, madres, profesorado....) construyan un clima socioemocional adecuado a partir de las expectativas positivas, clave para que los niños y niñas puedan confiar en sí mismos. Porque las palabras, gestos y actos que los adultos tienen sobre los más pequeños pueden ser determinantes en su desarrollo como personas.
Cuando a un niño le decimos que no puede, que no lo logrará por mucho que se esfuerce, lo más posible es que se rinda y comencemos entonces a vislumbrar una figura que se mantiene sonámbula ante los nuevos retos y pruebas a superar. En cambio, si les damos las herramientas, paciencia y comprensión que en muchas ocasiones requieren, el impacto puede ser de lo más satisfactorio. Y es que, ¿acaso no todos necesitamos una palmadita en la espalda de vez en cuando? Una voz que nos dé aliento, o una figura que nos guíe por el vertiginoso mundo de la educación.
En el año 1966, dos investigadores, Robert Rosenthal y Lenore Jacobson, pusieron en marcha un experimento que consistía en aplicar una prueba de inteligencia al alumnado de un colegio. Para ello, eligieron al azar a un grupo de estudiantes y les dijeron a los profesores que su inteligencia estaba por encima de la media, por lo que podrían esperar grandes resultados de ellos. Durante ese curso académico, los diferentes miembros del
profesorado se esforzaron por que esos alumnos destacados cumplieran con sus propósitos. Cuando los investigadores volvieron a pasar un test al año siguiente, los que tuvieron mayor puntuación eran los mismos de los que los profesores habían esperado algo.
Todo esto nos conduce a pensar que, si Nancy nunca hubiera creído en Thomas, puede que este no hubiera progresado ni cosechado tantos logros como obtuvo. Quizá, si no le hubiese ocultado a su hijo la carta que le habían enviado del colegio diciéndole que Thomas no evolucionaba como el resto de sus compañeros, este no hubiera desarrollado la confianza suficiente como para poner en marcha todos sus inventos. Porque sí, las palabras importan, y el ambiente es vital en la carrera profesional de una persona.
Pero, ¿cómo podemos llevarlo a cabo? Evitando comentarios negativos del tipo "por mucho que te esfuerces no lo conseguirás"; enseñándoles a creer en su locus de control interno, es decir, en que el éxito depende de ellos mismos; regalando sonrisas, animándoles en los triunfos pero también en las derrotas, abrazando la diversidad y no perdiendo la fe en quienes nos rodean.
Así que educadores, madres y padres, os animo a conquistar mentes con palabras amables, a no alimentar el miedo y la desconfianza y a dar rienda suelta al talento. Como dijo Edison en una ocasión: "Soy el resultado de lo que una gran mujer quiso hacer de mí".
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