Si fuera yo el guionista...
Cada uno tiene sus tendencias naturales. Como tantas otras cosas, no sé de dónde coño nos vienen. Sin duda que algunas son genéticas, pero otras... no. Estoy convencido de ello. Esas son cuestiones como la Conjetura de Hodge o la Hipótesis de Riemann, de las que no tengo ni pajolera idea, pero que, por lo visto, no hay cataplines para resolver.
Ah, que tanto lo conjeturado por Riemann como lo hipotetizado por Hoge me importa menos, ya es decir, que a Sánchez el bienestar de España y los españoles. El porqué de mis tendencias claro que me importa, pero no le paro bolas, dada su irresoluble condición, dejo la aclaratoria a una más que improbable revelación.
Mas, como quiera que sea, ahí están. Entre otras, la impaciencia y la imposible aceptación de la injusticia, o, lo que es lo mismo, la impunidad de los grandes hijos de... Satanás. Por supuesto que estas son cuestiones que siempre me han fuñido la existencia.
Lo que veo en la tele: al Real Madrid, pelis y series. Ya en las pelis, no es extraño... ah, debo hacer una aclaración, muy difícil que yo vea una peli en directo, de ahí a lo que iba, que no es raro que la maldad mostrada en el filme me supere, por lo que, cada dos por tres le meto velocidad al pase para llegar al momento en que el hijo de... su madre paga por su acción y condición. Aaahhh... Qué alivio cuando esto ocurre.
Bueno, pues si esto ocurre con las pelis, ¿se imaginan con las series? Bufff... Qué sé yo... Igual las de cuatro, seis capítulos, pero esperar más para que la maldición se haga efectiva sobre el maldito... Ni Goyoaga saltaba en Les Mestes como yo salto en las series.
Esto, como todas las satisfacciones, tiene sus limitaciones. Es el caso, por ejemplo, cuando la maldad forma parte de la narrativa pero no es ejercida por los personajes de la misma. Este día me puse con una serie... Coño, qué buena pinta tenía. Aunque no estaba doblada y yo, eso de imagen y letrerinos... O lo uno o lo otro. Pero, aún así, me había enganchado. ¡Y entonces! La jiñá. No hubo forma de abrir los capítulos siguientes. Qué rabia. Pero bueno, entre otras, la maldad de turno que se me tiró a donde duele. Cuento. Una muchacha, encima bonita y con cara de buena, sudamericana, claro, a la que una vez al año (el plazo, por imposición natural) violaban siete malditos con la intención de embarazarla y aprovechar su estado, para aumentar las probabilidades de éxito, a la hora de pasar la aduana de EE UU con los condones llenos de droga en el vientre. La violaban siete para así no saber quién era el padre. Buuufff...
Lo recuerdos, los pensamientos, suelen también ser muy enigmáticos. No se sabe por qué llegan, cómo se instalan... Yo no sé, pero resulta que, en ese momento de la serie, se me vino a la cabeza uno de los personajes más hábiles para quebrantármela: José Luis Rodríguez Zapatero. Y frases que leí, como: "Zapatero y el narcosoviet de Maduro". Además de los siniestros personajes con los que en Sudamérica se relaciona el no menos siniestro ex, y la retahíla de similares que sufrimos en este desafortunado país.
Qué difícil sufrirlo. Esto no es como las pelis o series, no puedo meterle velocidad a la vida. Y, aunque pudiera. En la tele los bichos pagan, pero en la vida real... Más bien cobran.
Lo que diera yo por escribir el guion de la vida real.
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