Hasta siempre mi oficial
El pasado domingo, 5 de septiembre, fallecía en Oviedo José Ramón Rodríguez, capitán de navío de la Armada española, tras luchar contra una larga enfermedad, y como buen amigo suyo quisiera desde mi humilde pluma rendirle este personal homenaje. Nacido en el seno de una familia natural de Oviedo, llegaron hace ya casi treinta años a la localidad de Ovio, Nueva de Llanes, donde establecieron su segunda residencia. Rápidamente se granjearon el cariño y simpatía de las gentes de lugar, siendo considerados por todos los vecinos a lo largo de estos años como unos más de Ovio.
José Ramón, militar y hombre de la mar, destacó por una trayectoria profesional impecable, instructor del buque escuela «Juan Sebastián Elcano»; capitaneó el buque «Hespérides» en los primeros viajes a la Antártida y fue agregado militar en Lisboa. Siempre quiso desempeñar tareas operativas, y es que como el mismo decía, lo mío es navegar, estar al frente del barco, como buen militar deseando estar siempre en las misiones que entrañasen más riesgo, sacrificio y abnegación. Desde hace algo más de un año ocupaba el cargo de comandante naval de Marina en la provincia de Vizcaya, puesto que ocupó hasta el final, y por aquello de que los hombres de la mar son de una pasta especial, a pesar de la dura enfermedad que le ahogaba. Recientemente tuve la oportunidad de pasar por la villa bilbaína, ciudad transformada y renovada, y cual es mi sorpresa y admiración, que casi en el centro de dicha capital, y en la sede de la Comandancia de Marina, ondeaba al viento una gran bandera de España de colores vivos rojo y gualda, allí en el mismo Bilbao. No pude más que emocionarme y acordarme de José Ramón, pensando, cómo no, que aquí se nota que al frente se encuentra un hombre valiente, asturiano de pro, militar y ferviente cumplidor de la legalidad, en pleno corazón de la tierra vasca tan castigada por el terrorismo de ETA.
En el recuerdo más familiar quedan aquellas tardes de verano en Ovio con el mar Cantábrico al Norte, en la que compartimos con sus padres y hermanos sobremesas de café y tertulia, hablando de temas diversos y disfrutando de tremendas risas, pues en él se conjugaban, de manera armónica, la seriedad del militar y la vocación del marinero, con una forma se ser divertida, risueña y entrañable.
En estos momentos el dolor nos aflige, pero estoy seguro que en el cielo estás al frente o capitaneas al resto de almas que te acompañan; siempre nos quedará el recuerdo de tu sonrisa, tras la barba de marino y la piel curtida por la brisa marina.
Donde quiera que estés, hasta siempre, un abrazo y a tus órdenes mi oficial.
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