Arrancar con buen pie en el Álvarez-Buylla
Mi hijo Pedro, que mañana, 9 de septiembre, cumplirá tres meses de edad, se ríe, se ríe mucho y eso debe de ser porque es feliz, feliz como sólo pueden serlo aquellos que ignoran el concepto de felicidad, supongo.
El cerebro de los bebés es un disco duro de capacidad ilimitada, una esponja capaz de absorber los océanos de este mundo, de tal modo que cada acto vivido desde el mismo momento del nacimiento deja una huella que va modificando nuestro orden de realidad. De todo esto deduzco que el carácter risueño de Pedro se debe al ambiente excepcional en que sus ojos, aún empapados en líquido amniótico y restos de placenta, se abrieron a esta aventura llamada vida; y es que no todos los niños del mundo, por desgracia, pueden presumir de haber nacido en la primera planta del Hospital Álvarez-Buylla de Mieres, lugar que aglutina la labor excelente de matronas, pediatras, ginecólogos y demás personal relacionado con la natalidad, un lugar donde cada acto de los profesionales que allí ejercen ejemplifica la excelencia, esa palabra con la que los políticos de nuestra región se llenan la boca sin saber exactamente en qué consiste.
Permítanme decirles que la excelencia, más que con la optimización de recursos a través de la unificación de áreas sanitarias, más que con el alcance de objetivos, más que con la convergencia con modelos sanitarios importados y más que con cualquier zarandaja «adornamítines», tiene que ver –al menos en el caso de un hospital– con la humanidad y la sencillez, justo los ingredientes que tan buenos resultados están dando en el citado área del centro mierense.
En cada visita que realizamos al hospital, así como el tiempo que pasamos «ingresados» en el mismo, a causa de un embarazo complicado, nos sentimos como en nuestra propia casa y esa hospitalidad –piensen en el término– está al alcance de muy pocos.
En un país donde todos somos expertos en todo y en el que nos encanta derribar árboles para hacer leña del tronco caído, encuentro más razones para resaltar las cosas bien hechas y en el caso del personal del Álvarez-Buylla que pulula con discreción alrededor del proceso de traer una persona a este mundo, desde los ginecólogos hasta los pediatras, pasando por enfermer@s, auxiliares de enfermería, limpiadoras y, por supuesto, las matronas, todos son un ejemplo a seguir en cualquier país. Necesitamos más gente como estos trabajadores que convierten el paso por un hospital en una experiencia agradable.
Podría mencionar a cualquiera, pero por poner nombres y apellidos a la labor excepcional de todo un gran equipo y por representar dos momentos muy emotivos quiero dar las gracias en especial a María José Díaz, por habernos presentado a Pedro, y a Gema García por convertir la realidad en algo palpable.
En cualquier carrera, y la vida lo es, tiene mucha importancia arrancar con buen pie y mi hijo lo ha hecho, por eso, en el nombre de Pedro, de Eva y en el mío propio, muchas gracias.
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