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Lobos, osos, jabalíes

30 de Noviembre del 2021 - José María Casielles Aguadé

Hace unos treinta años, y después de obtener por oposición nacional una plaza de inspector de Enseñanza Media del Estado, que me devolvió de Cantabria al distrito universitario de Oviedo, fui convocado con los otros cincuenta titulares del cuerpo en España a una misteriosa junta en el Ministerio de Educación y Ciencia. Ocupaba entonces la cartera el doctor Villar Palasí, catedrático de Derecho y hombre sensato y ponderado. La convocatoria nos tuvo inicialmente intrigados, pues se refería a “Actividades alegales en los centros de Enseñanza Media”; es decir, institutos y colegios de Bachillerato. La incertidumbre se desveló en el salón Goya, en el que nos acogió el Ministro, cuando nos dijo que estaba preocupado porque le habían llegado noticias del consumo de drogas en algunos centros y consideraba que había que tomar medidas para prevenir esas prácticas, que antes no habían pasado del uso esporádico del tabaco. Ciertamente, la Policía había detectado algunos raros trapicheos con marihuana entre alumnos de 15 a 18 años. Contábamos entonces en los institutos con la feliz asistencia de médicos, que poco antes habíamos aconsejado contratar, dedicados muy especialmente al control y a la erradicación de la tuberculosis, que había sido, desgraciadamente, una verdadera plaga en los años anteriores al uso generalizado de los antibióticos: penicilina, estreptomicina y demás.

Después de un amplio y enriquecedor debate sobre toda clase de medidas preventivas y correctoras, el señor Villar nos despidió amablemente con una de esas frases que nos quedan grabadas para toda la vida, por su oportunidad y multiplicidad de uso: “Y no olviden ustedes que el que es caritativo con el lobo es cruel con el cordero”.

¿Quién podría pensar entonces que treinta años más tarde tendría aplicación directa a gravísimos problemas de la ganadería? Porque la crueldad de la protección que hoy se otorga a los lobos no solo alcanza a los corderos, sino también a los ganaderos, y a los consumidores de vacuno y ovino. Es sobradamente sabido que muchas vacas y ovejas venían aprovechando los pastos de montaña, que ahora quedarán prácticamente vedados por una disparatada iniciativa legal de políticos irresponsables que confunden la ecología científica con el oportunismo electoralista, y las praderías de montaña con una moqueta verde en su despacho.

Hay tres grupos de animales que presentan especiales conflictos entre su presunta crisis poblacional y su peligrosidad: lobos, osos y jabalíes. El grupo más preocupante por su desmesurada agresividad es el de los lobos, con una fiereza que conocen muy bien los veterinarios, que afirman que el lobo no mata al ganado solo para comer, como es habitual entre los carnívoros, sino que se complace sádicamente en “asesinar’’ y destrozar a sus inofensivas víctimas. La desafortunada legislación que ahora protege al lobo es más política (conseguir el apoyo de “los verdes”) que científicamente ecológica, y no resulta aceptable que en las consultas previas al desarrollo de la norma legal haya pesado igual el criterio de los que no la sufren. Así, las protestas y recusaciones de los verdaderamente afectados son perfectamente razonables. No se pueden tomar graves decisiones políticas por el simple gusto personal de los líderes de turno, como hemos visto en la taurofobia y la “llinguofilia”. Biólogos, naturalistas (entre los que me encuentro como catedrático de esa especialidad) y experimentados veterinarios estimamos también como nada sensato reducir la presunta limitación de medidas drásticas aplicables a unos pocos ejemplares, particularmente peligrosos por su “ferocidad reiteradamente probada”. Nos preguntamos: ¿habría que contar con el diagnóstico previo de psiquiatras loberos que traten a sus pacientes animales en los bosques?

Los osos, como también reconocen naturalistas y cazadores, presentan menor agresividad habitual a los humanos; si bien los guías de la iglesia de Abamia (Onís) señalan el lugar en el que los contemporáneos del rey Pelayo dejaban las lanzas que llevaban -antes de asistir a misa- para defenderse de los osos que podían encontrase en el camino. iOjo!

Respecto a los jabalíes, es tanta su desbordada proliferación en Asturias, y tal su desmedido índice de crecimiento poblacional, que ya pululan por las ciudades, hozando los jardines y revolviendo contenedores. Son causa creciente de accidentes de carretera, especialmente a horas nocturnas, y tienen particular peligro para los niños que se acercan a los jabatos. Como ya es habitual, no se tomarán medidas cautelares serias hasta que ocurra la previsible desgracia. Ya he comentado reiteradamente por radio que los suidos salvajes, e incluso otros retenidos en granjas, podrían servir de recurso natural rentable, de una gran industria de conservas autóctonas y exportables. Pero ¿cómo va a hacerse esto si hemos liquidado las múltiples empresas conserveras de pescado que conocimos de niños en todos los pueblos de la costa? En la comunidad hermana de Galicia, solamente los puestos de trabajo del marisqueo y las conservas llegaron a números de empleo que superaban los de Hunosa y Ensidesa juntos en sus mejores tiempos. Saquemos consecuencias.

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