El zen, demasiado para el menda
Escribía Thomas Merton, y yo, entreparentesistado, al momento adaptado.
“Cuando en algún (en este) lugar se pudre (se fuma lo infumable) la carroña (el intelecto), los pájaros carnívoros (en España tienen nombre y apellidos y forman Gobierno) vuelan en círculos; descienden. Vida y muerte son dos. Los vivos atacan a los muertos (a los que quieren defenestrar) para su propio beneficio. Nada pierden (lo pierden todo), con esto, los muertos (los malvivientes). Salen gananciosos (es lo que dice el megajeta), tal vez (seguro) cuando de ellos alguien (los que de ellos) se sirve. O por lo menos así parece (es), si es que debemos considerar esto en términos de ganar y perder (entre marramuciar y a los marramucios dejar ganar)”.
En él me inspiro para seguir yo: Allí donde se alborota en torno a la libertad y bienestar del pueblo, a menudo, muy a menudo, no hay más que buitres ansiosos de su carroña preferida: el poder.
Coño, perdón por la digresión, pero es que se me ha venido a la mente el chiste venezolano: Un zamuro venezolano (buitre de aquellos lares) se encuentra con uno gringo que le pregunta: ¿Yu espikinglis? Y el bolivariano: Yo pico ingles, nalgas, bolas y todo el triperío que pille.
Regresando con lo que estaba. Sigue Thomas. “Las aves pueden acudir y volar en círculos, durante un tiempo, sobre el lugar donde se cree está el cadáver. Pero muy pronto se marchan hacia otros parajes. Cuando ya no están, aparece de pronto la ‘nada’, el ‘no cuerpo’ que allí estaba. Este es el zen. Lo que no ha cesado de estar allí, todo el tiempo, sin que se apercibieran las aves devoradoras de carroña: no es el tipo de presa que ellas codician”.
Para los mortales de andar por casa, que no hemos alcanzado esa “nada” del zen, esas aves acuden y vuelan haciendo las piruetas que apetecen sobre el viviente, del que se alimentan, y mientras haya vivientes de quienes alimentarse, ¡nadita de alejarse!
Anda que no se vive bien en la Moncloa y con los favores de la Moncloa.
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