Autónomo en Bulnes de Cabrales
He empezado este año como autónomo regentando un pequeño hotel restaurante en uno de los pueblos emblemáticos de los Picos de Europa, un sitio llamado Bulnes de Cabrales. El corazón me ha guiado y he abierto un negocio que he construido hace más de quince años prácticamente en la casa que me vio nacer.
Siempre tuve esa ilusión de volver a mi pueblo tras un largo recorrido internacional durante más de 40 años, ya que mis padres tuvieron que emigrar a Bélgica en los años sesenta por la falta de infraestructuras públicas, incluidas carretera y escuela.
Volví con grandes ilusiones y, tras esta primera temporada, no me han defraudado ni los clientes ni el negocio.
Pero pensaba que la inversión millonaria que había hecho el Principado en 2001 con la construcción del famoso funicular de Bulnes sería una mejora para el pueblo. Pensaba que las promesas políticas de la llegada de la banda ancha (ver prensa febrero 2021) para este año en Bulnes, uno de los únicos pueblos de Cabrales que no cuentan ni con red 4G, ni con fibra óptica, sería una realidad. Pensaba que el alumbrado público estaría funcionando tras haber puesto las farolas hace más de quince años, farolas que siguen sin funcionar. Pensaba que los caminos que cogen decenas de miles de turistas cada año estarían mucho mejor de lo que he podido ver o que me han transmitido los numerosos huéspedes. El camino que va de Bulnes a Urriellu, por ejemplo, y que es una propaganda turística para todo el oriente de Asturias, está verdaderamente en una penosa situación.
Sí, he vivido muchas desilusiones en estos meses.
El funicular tiene unos horarios imposibles para los vecinos de Bulnes, y no hablo del coste prohibitivo para los que se albergan en los establecimientos hosteleros. También, los habitantes de Bulnes, la mayoría del año, solo pueden bajar a las 10 de la mañana y tienen que volver a las 18.00. Imagínense ustedes eso en su propia casa. Tiene solo una plataforma de carga y muchas veces tenemos que esperar más de una hora para poder subir, aguardando por dicha plataforma con congelados o comestibles frescos.
No tenemos comunicación en el pueblo. Cada día me levantaba confiando en que me funcionara una muy mala conexión de internet por cable de cobre, sin la cual los clientes no pueden pagar con carta de crédito. Otro ejemplo de abandono: estuvimos 22 días sin teléfono fijo en junio solo porque la compañía telefónica tardó tres semanas en enviar un técnico a levantar el automático que había saltado en el pueblo.
Las farolas “nuevas”, que están fijadas en las paredes desde hace más de quince años, están todavía esperando el cableo, pero falta el presupuesto.
Los caminos están muy peligrosos por falta de mantenimiento y nadie se preocupa de las decenas de heridos cada año por esa falta de inversión y las numerosas intervenciones del 112.
En esas condiciones, no es de extrañar la extensión de la España vacía, pero, como la esperanza es siempre la última en morir, intentaré volver el año que viene.
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