Memoria

21 de Octubre del 2021 - Alejandro González Lada (Urbiés)

Nada más salir del colegio, subía aquella empinada cuesta, y antes de llegar a la casa de mis abuelos me la encontraba. En aquella pequeña casa con vistas al Sur vivía Castora, y si el tiempo era favorable, podías verla sentaba en el banco que tenía pegado a la ventana de la cocina, y allí pasaba las horas hasta que las tareas diarias la reclamaban.

Siempre la recordaré sonriente, y eso en una cara que radiaba bondad era algo que invitaba a corresponder con la misma actitud. Lo que me chocaba, pese a ser una persona mayor, es que siempre la veía sola, salvo que mi abuela o alguna que otra amiga se acercara por allí.

La curiosidad me llevó a preguntarle a mi abuela por el motivo de esa soledad, y sin responderme directamente divagó explicándome que no tenía hijos, pero ya sabéis cómo funciona el cerebro de un niño a la hora de buscar respuestas, y cada pregunta que no obtenía la respuesta aclaratoria llevaba a otra, hasta que mi abuela cruzó el dedo índice sobre sus labios y me invitó a salir de casa para que mi abuelo no nos oyera. Salí de la cocina de puntillas, adoptando un gesto teatral, gesticulando, puesto que no entendía tanto secretismo.

Al salir fuera de casa, mi abuela me contó que a Manolo (mi abuelo) no le gustaba que se hablara de esas cosas, y con el paso del tiempo vi que ni en mi casa, ni en la casa de ninguno de los vecinos. Si lo que mi abuela buscaba era intrigarme, lo había conseguido, así que escuché atentamente y sin cortarla en su narración. Castora no había llegado a tener hijos porque su marido murió joven. Lo de morir joven era algo que a mi edad no se comprendía, así que sin darle tiempo a seguir explicando surgió el: ¿por qué? Y la respuesta me dejó frío: “Matáronlu”.

Yo había oído a la gente mayor hablar de la guerra, y supuse que había sido por eso, y así se lo pregunté, pero cuando me contestó quedé cortado. Lo habían matado los propios vecinos a tiros.

Mi abuela comprendió mi cara de extrañeza, y es que yo no podía comprender que se matara a un vecino. Vale que, si no te llevas bien con alguien, en un momento dado puedes llegar a las manos, pero matar... no podía entenderlo.

Más frío me quedé cuando le pregunté si la Guardia Civil o la Policía habían cogido a los asesinos, y me dijo que ambos cuerpos formaban parte del pelotón que lo asesinó. Mi cabeza no entendía nada… ¿Cómo era posible?... No tenía explicación, pero ¿qué había hecho? ¿Había asesinado a alguien? ¿Había robado? ¿Qué pasaba? Y la realidad era tan absurda y frustrante que era difícil de entender: simplemente lo habían asesinado por no pensar y ser como sus asesinos.

Después de hacerme entender qué ocurrió y el valor de una vida para los asesinos, me contó una anécdota que me quedó grabada “in aeternum”. Un día bajaba un señor por el camino con una lechera de agua, la verdad es que no era habitual verlo por allí, pero quiso la casualidad que cuando bajaba Castora estuviera sentada en el banco de casa, y el hombre al bajar y verla allí la saludó: “Hola, Castora, estás muy sola", a lo que ella le respondió: “Compañía tendría si no me la hubierais arrebatado”.

Sí, era uno de los que formaron la partida, no acertó a decir palabra y bajó por el camino para no volver a pasar por allí, pero siguió viviendo en el pueblo, tolerado como otros tantos que priorizaron las ideas sobre la convivencia, el odio sobre la vecindad, la fidelidad a un genocida antes que la humanidad de un buen cristiano, porque las personas de quienes hablo se tenían por grandes cristianos, católicos, apostólicos, y no fallaban a misa.

¿No es necesario tener memoria? ¿De verdad lo creen? ¿Por qué en Alemania estudian su historia y no permiten tergiversación de lo ocurrido? ¿No creen que será porque no quieren volver a pasar por lo mismo? ¿Les parece normal que en España haya políticos, y sí, señalo al Partido Popular, a Ciudadanos y a Vox, que siguen divagando acerca del golpe de Estado, el genocidio, y pretenden aupar la figura de un dictador a la de un presidente elegido democráticamente?

No busco revanchas, ni quiero sembrar odio, pero que a este país no le resqueme todo el dolor que las personas anónimas se tragaron me habla claramente de la calidad humana de sus habitantes, no todos, pero por desgracia abundan quienes creen que pueden seguir echando tierra sobre las fosas, o incluso volver a amenazar con un tiro a quienes piden justicia, y no me lo estoy inventando, lo escuché y lo vi, incluso en la televisión.

Va por vosotros y vosotras, por todas las “Castoras” que sufrieron y aguantaron con dignidad el atropello franquista, por sus familiares, y por sus amigos-as.

Salud.

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