"Diabolismo" light y hard: Steinem y Abramovic
Los premios “Princesa de Asturias” de Comunicación y Humanidades y el de Arte serán recibidos este fin de semana por dos mujeres probablemente “diabólicas”. Gloria Steinem, considerada la reina del feminismo, y Marina Abramovic, la del que denominan arte “absoluto”.
La primera, una activista “meritoria” del feminismo, representa la idea de una mujer que no cabe en el Paraíso, pues desprecia el matrimonio, podríamos decir tal como fue concebido por el Creador, desprecia la procreación, desprecia tener hijos: ser madre, considerando a la mujer no un ser igual en derecho y dignidad que el hombre, sino en cierto modo como lo que hoy vemos en España, superior, con derechos que se le niegan al hombre, tal como la presunción de inocencia en las relaciones “conflictivas” hombre-mujer. Aprovechando los desaciertos múltiples sobre derechos de la mujer que durante años se recogieron o se omitieron en las legislaciones de los distintos países, propone, en cierto modo, que lo que debe suceder es la existencia de legislaciones, indirectamente, injustas para el varón.
Los atentados contra la vida del no nacido y la destrucción de la familia como ente básico de la Humanidad están entre las ideas propaladas en publicaciones (libros, revistas) y conferencias. Con un aspecto de cierta indefensión sutil y cierto angelismo, está claro que representa, su pensamiento, un muy posible “diabolismo” light.
El de Marina Abramovic es un “diabolismo” duro al exponer en sus “performances” las más horrorosas transgresiones de lo ético, moral, humano, pudiendo en ciertos casos resultar cuasi criminal, pretendiendo la destrucción de lo humano física e intelectualmente.
Los valoradores de sus méritos, el jurado del “Princesa de Asturias”, hablan de arte absoluto, robando un adjetivo reservado a Dios, cometiendo una cualificación sacrílega, que, según un colega, solo se pudiera aplicar en Física a la velocidad de la luz, admitiendo su grave limitación al no poder superarse en esta Tierra.
Deificar unos despropósitos sangrantes, como los que “performa” doña Marina, es el clímax del desacierto del jurado y del presidente de tan importantes premios.
Como no le darán la vuelta a este desacierto y reconociendo las limitaciones de nuestra limpia Princesa de Asturias, lo único que queda es desear que en el 2022 no haya nadie de los que produjeron está barbaridad. Por el buen futuro de nuestro prestigioso premio asturiano, que en otro caso debería desaparecer.
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