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Braga, romana y sueva, pero, sobre todo, portuguesa

30 de Noviembre del 2021 - Ángel García Prieto (Oviedo)

La romana Bracara Augusta, que fue después capital del reino de los suevos y cabeza eclesiástica de media península Ibérica durante varios siglos, es ahora una de las ciudades portuguesas más importantes en número de habitantes y en nivel económico y productivo. Tiene más de ciento cuarenta mil habitantes, industrias diversas y una importante Universidad; es cabecera de toda la región del Minho, además de centro religioso y universitario.

Destaca su sé (catedral), de origen románico y gótico, con un claustro y una serie de capillas que recogen momentos importantes de la historia, entre las que sobresale la del mausoleo real. El antiguo palacio episcopal es ahora un edificio triple que acoge la biblioteca y las estancias representativas de la Universidad y se abre a una bella plaza, en el centro peatonal y comercial de la ciudad. En otros puntos de la zona antigua se van descubriendo también construcciones civiles de claro estilo portugués, como el precioso Palácio do Raio, con fachada de azulejos y molduras barrocas, y la Câmara Municipal, que se le parece; también el Palácio dos Biscainhos, del siglo XVIII, hoy museo con piezas de la época, rodeado de un jardín también barroco.

Es singular el que en los entornos de la ciudad se sitúen hasta tres importantes santuarios, que forman un triángulo de menos de diez kilómetros de lado: son el de Bom Jesus do Monte, Sameiro y Santa Maria Madalena de Falperra. Lugares de mucho interés en sí mismos y por el emplazamiento sobre otras tantas colinas, que permiten divisar el panorama de la llanura donde se extiende Braga, las sierras del Marão, Gerês y Santa Luzia, y sobre Viana do Castelo.

El santuario del Bom Jesus do Monte, a seis kilómetros, en un paraje muy agradable, está coronado por su iglesia, de corte neoclásico, que se alza al final de una espléndida escalinata doble y cruzada, muy característica, con ocho tramos en zigzag en los que están representados los cinco sentidos y las tres virtudes teologales, y se flanquea de capillas con escenas de la Pasión de Cristo. En el entorno de la iglesia existen dos hoteles de la belle époque y una estación balnearia, así como fuentes, grutas bucólicas, jardines e instalaciones deportivas.

Como detalle curioso e interesante –ecológico, se podría decir–, se destaca un doble funicular, construido en aquel tiempo pródigo de inventos de los comienzos del siglo XX. Sube y baja un trayecto de casi trescientos metros, con inclinación del 40 por ciento, movido por el peso del agua con que se ha rellenado en la estación superior el depósito del coche que baja y sirve de tracción a su gemelo, que asciende con su depósito vacío.

Todo el parque del santuario y balneario es, pues, un espacio religioso y también para el reposo, la tranquilidad, la belleza, el paseo y la calma, que con mayor o menor magnificencia se ven en cimas situadas sobre poblaciones de cierta importancia de todo el país.

Desde el Bom Jesus, en pocos minutos se puede llegar a la cumbre de otra colina donde se asienta el santuario de Sameiro, que se construyó en la segunda mitad del siglo XIX en honor de la Inmaculada Concepción de Santa María, preparado para grandes concentraciones religiosas, ya que después del de Fátima se considera el más visitado de Portugal. Y, finalmente, en una deliciosa carretera secundaria que une Braga con Guimarães, a través de un paisaje rural muy poblado con casas de granito, entre parras, maizales y árboles frutales, también en la cima de otra colina, se puede ver la iglesia de Santa Maria Madalena da Serra de Falperra, una construcción barroca del siglo XVIII especialmente ornamentada en la fachada, el pórtico y las torres, que forman un conjunto muy bello, al que se accede por una elegante escalinata bordeada de árboles y en cuyo interior destacan el púlpito y la azulejería.

Braga, por otra parte, es centro de una zona geográfica muy rica en poblaciones, espacios naturales de playas, campos y sierras, monumentos y otros puntos de atracción histórica, artística, culinaria, en los que hay mucha gente alegre, bulliciosa, empática y, sobre todo, acogedora: los minhotos, los habitantes de la Região do Minho, primos hermanos de los gallegos; primos segundos nuestros, podríamos decir.

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