La vejez tiene futuro
No sé muy bien por qué, pero siempre que hablo con mi querida amiga y editora Marta Viamonte, en la conversación surgen ideas para desarrollar en este formato que practico a diario y que suelo ver reflejadas en los periódicos a los que me suelo dirigir. Supongo que será porque Marta me inspira. Mejor dicho, seguro que me inspira.
Hoy hemos hablado de la vejez, de ese periodo de la vida que sigue a la madurez y que, según la Real Academia de la Lengua (RAE), es el último periodo de la vida, consecuencia de tener una edad avanzada. Y es precisamente por ello, por ser el último periodo de la vida, y no necesariamente por tener una edad avanzada, por lo que creo que es un periodo que hay que aprovechar, y más ahora que la esperanza de vida nos va a hacer centenarios.
Y precisamente porque la Real Academia no precisa cuando empieza y cuando acaba la madurez y, en consecuencia, cuando empieza la vejez (que sí sabemos cuando acaba), es por lo que reivindico la vejez activa, una etapa de la vida en la que se puede hacer, casi, de todo: se puede trabajar, leer, pensar, estudiar, correr, nadar, meditar, viajar, bailar, vibrar y mil cosas más. Porque también se puede vibrar, cada cual a su manera. Y respirar, mirar al cielo y estrenar cada día como un regalo, como si fuera el primero y el último, porque todo es efímero, a cualquier edad.
Precisamente por eso, porque estamos de paso, hay que pasarlo bien a cualquier edad, y por eso, precisamente por eso, es por lo que reivindico que, por mucho que la Academia hable de la vejez como el último periodo de la vida que sigue a la madurez, como dando a entender que a los viejos nos quedan dos telediarios, es por lo que manifiesto ceremoniosamente que la vejez tiene mucho futuro por delante y propongo que la RAE modifique las definiciones de las diferentes edades porque creo que están desfasadas y porque que solo alcanzamos el verdadero desarrollo con el fin de los días, y quien diga lo contrario que con su pan se lo coma.
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