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La oficialidá de la llingua

2 de Noviembre del 2021 - Alberto Torga y Llamedo

El periódico LA NUEVA ESPAÑA del domingo 17 de octubre daba cuenta de que el día anterior se había celebrado en Oviedo una manifestación a favor de la “oficialidá de la llingua” y que, según los organizadores, habían participado en ella más de 30.000 personas, mientras que la Policía Local de Oviedo reducía la cifra a 5.000 asistentes. Un sociólogo amigo me decía en Alemania que, cuando se daban esas cantidades tan distintas en razón de quienes las expresaban, lo más correcto era sumar las diversas cifras y luego dividirlas por el número de las entidades que las expresaban. En este caso concreto, habría que sumar 30.000 más 5.000, que dan 35.000, y luego dividirlo por 2, con lo cual tendríamos que el número de asistentes no pasaría de 17.500, es decir, el 1,73% de la población de Asturias (1.011.560) el 31 de diciembre de 2020.

Antes de seguir adelante, quiero manifestar que mis primeras palabras las expresé en el “bable” de Nava, que era la manera de hablar de mis padres y que, cuando los niños de las aldeas íbamos a Oviedo, los de la capital se reían de nuestro lenguaje y nos llamaban aldeanos. Curiosamente los “fiyos” y los nietos de aquellos “rapazos” que se burlaban de nosotros son ahora los promotores de la “oficialidá de la llingua”.

A este propósito, quiero contar el “casu de un amigu miu vascu” –Iñaki Galdós Urcelai, que fue capellán de las misiones católicas españolas de Krefeld y de Mönchengladbach–, nacido en Oñate (Guipúzcoa), quien, cuando fue al Seminario de Vitoria (por aquel entonces solo había una diócesis, la de Vitoria, en las tres provincias vascongadas), no sabía hablar castellano, pues hablaba solo vasco, pero últimamente lo que no entendía era el euskera “normalizado”, que era para él un galimatías artificial, una Babel vasca.

De ser la quinta provincia en el PIB a ocupar uno de los últimos lugares

Asturias pasó de ser en 1966 –año en que abandoné España para trasladarme a los Países Bajos– la quinta provincia en el producto interior bruto (PIB), después de Madrid, Barcelona, Vizcaya y Guipúzcoa, que la precedían entonces, a ocupar actualmente uno de los últimos lugares en ese “ranking”.

Pese a esa situación tan catastrófica, no veo yo que en el Parlamento asturiano preocupe mucho esa situación. Tal como se está hablando estos días en él, da la impresión que la solución a la desastrosa situación económica, social y “poblacional” de Asturias pasa por la implantación de la “oficialidá de la llingua”. En realidad, lo que esa presunta solución traería consigo sería un gasto superfluo en profesores, traductores y “chiringuitos” para colocar a amigos en agradecimientos a favores recibidos.

No hablo de oídas, ya que en el Senado español –cuya utilidad y función nunca comprendí– hay traductores bien pagados para que, cuando a los representantes de Galicia, del País Vasco o de Cataluña les dé por hablar en su respectivo idioma regional, los representantes de las otras comunidades los puedan entender. Un gasto totalmente innecesario cuando todos los “señorías” hablan y entienden perfectamente la lengua castellana o española, la cual, por cierto, es la cuarta del mundo por el número de las personas (586 millones) que en ella se expresan habitualmente y por los países (22) en los que es idioma oficial.

El inglés, lengua oficial en 58 países, la hablan 1.350 millones de personas en el mundo; la sigue el chino mandarín, hablado por 1.125 millones en solo tres países; a continuación viene el Hindi, con 640 millones de practicantes en únicamente tres países; en cuarto lugar está el español como ya manifesté, y en quinto lugar se encuentra el francés, hablado por 300 millones en 35 países.

Las ventajas del bilingüismo

Una reflexión a propósito del asturiano, el conocimiento de las lenguas y el bilingüismo

Durante mi estancia de 32 años en Alemania, los niños españoles acudían de lunes a viernes, de 8 a 13 horas, a la Escuela alemana y tenían la posibilidad de asistir dos tardes a la semana a la Escuela complementaria en español. Pero había padres que temían que sus hijos se atrasaran en el alemán si cultivaban simultáneamente el español, por lo que les hablaban en su generalmente mal alemán y no los enviaban a la Escuela complementaria. Yo intentaba hacerles ver que, con relativo poco esfuerzo, sus hijos podrían ser bilingües dominando, a la vez que el alemán, la cuarta lengua más importante del mundo.

El 14 de octubre de 2004 se hizo público el resultado de un estudio realizado por un equipo del University College de Londres, bajo la dirección del profesor Andrea Micheli, el cual demostraba que las personas bilingües tienen más densidad de “materia gris” en un área del cerebro implicada en el lenguaje. Es de sobra conocido que los diversos “saberes” se acumulan en diferentes partes de nuestro cerebro, que actúa como una especie de ordenador. Esa mayor densidad de “materia gris” es más acusada en los bilingües tempranos, es decir, en los que han aprendido una segunda lengua antes de cumplir los 5 años. Pero también se acusa, aunque con menos intensidad, en los bilingües tardíos, es decir, en quienes han aprendido un segundo idioma entre los 10 y los 15 años.

Los mejores años para estudiar idiomas

El límite para estudiar lenguas con relativamente poco esfuerzo está aproximadamente en los 23 años, que eran los que yo tenía cuando terminé mis estudios en el Seminario de Oviedo.

Esa ha sido al menos mi experiencia. En el Seminario estudie dos lenguas clásicas, el latín y el griego, y otra lengua antigua, el hebreo. También estudié lenguas modernas: el francés, el inglés y el italiano. No me resultaron difíciles.

En cambio, me resultó más costoso el estudio del neerlandés, que comencé con 33 años a mi llegada a los Países Bajos, en julio de 1966, para iniciar la Misión católica española de Zaandam, pero conseguí hablarlo y escribirlo correctamente. El estudio del alemán, que empecé con 42 años, en febrero de 1975, a mi llegada a la ciudad bávara de Nürnberg para hacerme cargo de la Misión católica española de la misma, fue mucho más difícil, dada mi edad, pese a que tenía la ventaja de conocer el neerlandés, con estructura gramatical parecida.

Bilingües, pero no en castellano y “llingua”

Yo animo a todos los niños y jóvenes a que procuren ser bilingües, pero no en castellano y “llingua”, sino en castellano e inglés, que es la lengua que más puertas abre, e incluso a ser trilingües, añadiendo un nuevo idioma, que pudiera ser el francés, o el alemán, o el portugués, o el árabe, o el ruso o el japonés.

Yo valoro el estudio, por parte de filólogos, de la joya que suponen los diversos “bables”, casi tantos como valles en Asturias, pero me parece una pérdida de tiempo que los niños y jóvenes traten de aprender la “llingua normalizada”, es decir, un “Tohu va-bohu”, una lengua regional artificial, que las únicas puertas que puede abrirles es la de un “chiringuito”.

Curiosamente las palabras latinas iniciadas con f, como, por ejemplo, “famis”, “ferrum”, “filius”, “facer”, pasaron al castellano con h muda: “hambre”, “hierro”, “hijo”, “hacer”. Pero en el bable de Nava y de otras muchas localidades asturianas mantienen la f: ”fame”, “fierru”, “fiyu”, “facer”. En cambio, en el bable de Onís y de Cangas de Onís llevan h aspirada, por lo cual se pronuncian: “jame”, “jierru”, “jiyu”, “jacer”. Siento curiosidad por saber qué “norma” han seguido los filólogos de la “llingua normalizá”.

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