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1221. San Francisco redacta las constituciones de la orden seráfica

26 de Octubre del 2021 - Antonio Parra (CUIDERU)

Ocho siglos de franciscanos.

En octubre de 1201 al cabo de una cuaresma en los Abruccios san Francisco de Asís presentó al papa Gregorio IX la regla de la orden franciscana. En san Juan de Letrán se llevaron las manos a la cabeza. La nueva orden se fundamentaba por los principios evangélicos de amor, pobreza y respeto a la naturaleza. La sabiduría del mundo rechazaba por utópicas y esotéricas aquellas propuestas. Nada es realizable sin un montón de dinero y dineros y más dineros siempre reclama la Iglesia.

El pobrecito de Asís había tenido una visión, escuchó una voz que le dijo: Francisco reedifica mi iglesia.

Manos a la obra se puso, tomó la paleta la escuadra y la plomada; el antiguo juglar que cantaba bajo el balcón de las damas se hizo albañil. Tenía que volver a levantar los muros de la iglesia de san Damián que estaba en ruinas. Empero lo que el Señor deseaba era algo más profundo, el regreso al Evangelio. El fuego del espíritu consumía a este gallaspero joven de una de las ciudades más bonitas del mundo, hijo de Bernardone, el comerciante de paños y sedas. Su alma tenía el candor de los lirios del campo, era un loco de Cristo, un vagabundo sin leyes ni reglas, impolítico.

Vestidos de estameña, descalzos y viviendo en chozas en lugar de celdas y cobertizos, mandó a sus frailes a ir por el mundo a la buena de Dios, a la aventura. No llevéis saco ni bolsa ni busaca ni pera, dormid al raso bajo las estrellas. Mirad los lirios del campo vestidos de gala; no laboran ni se afanan, sin embargo Salomón en toda su sabiduría supo crear y vestir a unas plantas tan bellas. Vuestra esposa es la Hermana Pobreza, cabalgad en borricos como Yo cuando hice la entrada en Jerusalén. Un asno es parte de vuestra hacienda. No preocuparos por qué comeréis y qué beberéis. El poverello de Asisi que se denominaba a sí mismo la Gallina Negra pues era feo y esmirriado muy poquita cosa tomó la palabras de Cristo al pie de la letra. Por ello fue el escándalo de la curia. Estás chiflado, un poco majareta. Un cardenal le rechazó las constituciones de la Regla franciscana. El santo hubo de redactarlas varias veces. Dios, sin embargo, se hizo otras cuentas y la orden fundada por aquel ministril en su juventud siempre de rondalla cantando lais en los castillos para que rieran y bailaran las damas, el hijo del Bernardone se multiplicaría como las arenas del mar. Fue la primera orden misionera, primero en África, procuró el acercamiento al Islam y en tal empeño culminó en logros y fracasos. Hubo muchos de la orden seráfica martirizados en Marruecos y en Tierra Santa. Pero sobre todo estuvieron encargados de la evangelización de las Américas, después del fracaso de los jerónimos y los dominicos. Con ellos, México se bautizó y el Evangelio llegó desde la Patagonia al Río Grande, California y Vermont. El padre eterno cumplió su palabra. Siempre viene en apoyo del pobre, del rechazado, del underdog y del leproso. Este asunto forma parte del inextricable misterio trinitario. Ocho siglos atrás un joven italiano algo inconsciente y calavera captó el mensaje, recogió el guante y reconstruyó la Iglesia en peligro por la simonía, las indulgencias, el feudalismo, las cruzadas, las pandemias. Pontificaba Inocencio III, quien por cierto murió de la peste bubónica. Por desgracia, esa Iglesia refundada por Francisco parece ahora sumida en proceso de demolición. Nunca ocurrirá. Confiemos en Dios.

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