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El caos de la paleoantropología

5 de Noviembre del 2010 - Juan Luis Doménech Quesada

Existen tres tipos de humanos en relación con la ciencia de la evolución humana: 1) los científicos y profesionales; 2) los aficionados (entre los que me incluyo); 3) la tropa que escucha a los anteriores (también me incluyo). Cuando como aficionado estudié la evolución humana por segunda vez (la primera fue para aprobar), lo hice sólo por saber más y, por tanto, con sentido crítico, lo que resulta esencial para poder ver sin presiones. Y lo que vi no se parecía en nada a lo que me contaban. Más bien vi lo contrario: involución por todos lados. El neandertal parecía derivar del cromañón; gorilas y chimpancés, de los antiguos homínidos africanos (los famosos australopitecus); estos últimos, de parientes mucho más evolucionados (huellas de Laetoli, totalmente «humanas» de 3,6 millones de años); muchos fósiles de Homo erectus parecían derivar de especies más progresivas, etcétera. Lo curioso es que así parecía encajar todo, pero a los del grupo 1 les parecían blasfemias y la «evolución regresiva» (como todo lo que se sale de guión) ni se considera.

Y así nos va. Todavía estoy esperando una explicación para el pigmeo hombre de Flores, aparecido en el sudeste asiático, una clara regresión del Homo sapiens, del que sólo se oye decir que es una «especialización singular» de los antiguos homínidos asiáticos. Y como ésa, docenas: 1) mientras que la separación entre los chimpancés y los humanos se fechaba hace poco en 20 millones de años –una cifra aceptable para producir humanos a partir de monos–, ahora hay que situarla en 6 millones de años, que está ahí al lado y es una cifra ínfima para toda la evolución humana; 2) la nimia secuencia evolutiva que nos quedaba (H. habilis, H. erectus, H. sapiens) también hace agua, ya que se han encontrado fósiles que parecen negar que Homo erectus derive de Homo habilis, etcétera. Pero, vayamos al grano, es decir, a la supuesta hibridación entre el neandertal y el Homo sapiens que se acaba de descubrir. En mis primeros estudios todo estaba claro: el sapiens descendía del neandertal y además eran una misma especie con dos variantes. Luego se fue descubriendo que no, que el neandertal de toda la vida (el de los últimos 60.000 años) descendería de otro pariente aún más corpulento, habiéndose separado de la línea que conduciría al Homo sapiens hace unos 600.000 años. Con todos esos años separados, pocos pensaban que podrían cruzarse, aun a pesar de haber encontrado fósiles con signos de hibridación. Pues ahora marcha atrás de nuevo. Que sí. Que se cruzaban, aunque fuese poco y a escondidas. Y claro, a mí, como aficionado que soy, me vuelven loco. No sé si los fósiles, si el ADN o los del grupo 1, pero alguien tiene que pagarlo. Hasta la biología se me desmorona porque yo pensaba que las especies lo son porque no pueden producir híbridos fértiles con otras especies. Pero en fin, parece que, después de todo, podríamos ser subespecies de una misma especie, y no sólo eso, sino que el veterano paleontólogo Emiliano Aguirre insinúa que podrían serlo todos los homínidos de los últimos dos millones de años, incluido el famoso «hombre antecesor» de Atapuerca. Hala, vega, todos Homo sapiens, total qué más da uno más o menos... y así se eliminan de un plumazo todos esos engorrosos, atípicos y molestos fósiles que no encajan en ningún lado y que rápidamente pasan al olvido para que nuestro querido árbol genealógico continúe impoluto.

El problema para mí, como para muchos, es que el hombre de verdad, el inteligente, el de la conciencia reflexiva, el único que abandonó claramente la conducta del mono de dos patas, sólo es el hombre artista, el hombre de cromañón, que dejó muestras de arte, de pinturas, de esculturas y muchas otras por el centro y oeste de Europa. Unas conchas pueden parecer perforadas por algún fenómeno o por aprendizaje instintivo, pero un bisonte en una cueva no aparece por algún azar climático o por comportamiento instintivo. Y, sintiéndolo mucho, el artista de verdad apareció en Europa hace tan sólo unos 45.000 años y apareció de repente, sin dejar ni rastro en ninguna otra parte (los supuestos antecesores africanos ni son cromañones ni son artistas profesionales). Por lo tanto, las preguntas se hacen ya interminables: ¿habrá cruzamiento también entre todas las antiguas especies africanas?, ¿serán todas entonces una misma especie?, ¿quedará el árbol genealógico reducido a una simple caña de bambú?, ¿por qué ese empeño en que siempre estamos saliendo de África, cuando parece que allá siempre fuimos a extinguirnos?, ¿dónde están los restos artísticos en África o las herramientas propias del cromañón?, ¿por qué la supuesta hibridación sapiens-neandertal tuvo lugar sólo en una pequeña zona de Eurasia?, ¿y por qué sólo en un pequeño momento del tiempo y no durante todos los miles de años que convivieron?, ¿y por qué neandertal se parece por igual a europeos y a asiáticos si con estos últimos apenas convivió?, ¿y por qué los actuales africanos no tienen genes neandertales..., acaso una vez cruzados en Eurasia no volvieron nunca más a África?, ¿por qué aparece a la vez la anatomía cromañón y la conciencia reflexiva?, ¿dónde está realmente el lugar donde evolucionó cromañón?, ¿y qué hay del nuevo homínido que parece que habitó en Siberia hace unos 50.000 años?, ¿por qué su ADN no se parece ni a sapiens ni a neandertal?, ¿por qué, no obstante, está más emparentado con sapiens, cuando su ancestro podría tener hasta un millón de años?, ¿acaso puede ser ahí donde estaba, en algún frío y desconocido lugar del hemisferio norte, nuestro real y remoto antecesor?, ¿no será el frío el detonante para dar lugar a la conciencia reflexiva, más que las cálidas regiones africanas?, ¿podría apuntar a esto la flamante nueva Venus de Hohle Fels, de 40.000 años de antigüedad (la escultura más antigua hasta la fecha), descubierta en una cueva de Alemania?

Estamos casi sin presente y apenas sin futuro. Si también nos quedamos sin pasado no sé qué va a ser de nosotros. Queridos paleontólogos, su ciencia se está desmoronando y no sé a qué están esperando para organizar un macrocongreso internacional, pero no para exponer sus avances sino para exponer e inventariar todos los «retrocesos» que han venido apareciendo, que cada vez son más. Aprovechen el flamante Cenieh. Deben criticarse, cuestionarse, descuartizarse, podar el árbol, por supuesto, y hacer un congreso, pero no para ustedes sino para todos nosotros los de los grupos 2 y 3, pues estamos deseando escucharles. Y les aseguro que pondremos mucha atención.

Juan Luis Doménech Quesada, biólogo ambientalista, Oviedo

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