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Sindicalistas, republicanos y antisatánicos en la plaza de la Escandalera

1 de Noviembre del 2021 - Carmen González Casal

Viernes 22 de octubre. Oviedo brilla. La alfombra azul del Campoamor acoge a empresarios, políticos, autoridades, premiados, reyes y una princesa. Los grupos de gaitas lanzan al aire los sones de la identidad de un pueblo. Muchos asturianos toman las calles cercanas para hacerse presentes en un acto de repercusión internacional. Muy cerca, en una plaza que a finales del siglo XIX se volvió reivindicativa, la de la Escandalera, grupúsculos de sindicalistas, republicanos y detractores de Marina Abramovic defienden sus opuestas posturas intentando eclipsar el resplandor de una tarde que desde hace muchos años luce con luz propia.

Sumario: Sobre la eficacia del diálogo frente a la intransigencia

Destacado: El que no admite nada más que lo propio ahoga la creatividad a la que nos aboca la vida

En aras de la libertad —con respeto, eso sí— que cada quien se manifieste como quiera. Tampoco es mi intención denostar a los republicanos u opinar sobre la vinculación al satanismo de la galardonada con el premio “Princesa” de las Artes. No tengo datos para ello. Personalmente, no le hubiera dado el galardón, por la excentricidad de su obra, pero fue un jurado, compuesto por muchas personas, el que sopesó su trayectoria artística, no su vida. Sin embargo, traigo a colación este hecho, que algunos colegas calificaron de berlanguiano, para reflexionar sobre la eficacia del diálogo frente a la intransigencia, porque esta actitud socava los pilares de una convivencia en paz.

El intransigente ve la vida por el canuto de su minúsculo prisma, alineando el mundo a sus ideas u opiniones, sin observar los colores y matices que la vida y las personas —su historia, sus circunstancias, a veces muy duras— imponen. El que no admite nada más que lo propio, blandiendo incluso la espada de la verdad —y no digamos nada si se trata de “su” verdad, teñida de ideología—, ahoga la creatividad a la que nos aboca la vida, que al ser dinámica se construye con la aportación de múltiples visiones y pareceres que emergen en el diálogo, en esa conversación serena con la que se llega de manera directa y rápida a un acuerdo, a una solución, sin ver ataques, conspiraciones o sospechas en las decisiones de otros. Qué bien lo expresó José Andrés en su reciente discurso de agradecimiento por el premio de la Concordia, utilizando el símil de la comida: “El mundo necesita de mesas más largas, en las que la comida pueda servir para unirnos, y no muros más altos que nos mantengan separados”.

Mejor dialogar que protestar. Es más, mejor hacer, implicarse, aun a riesgo de equivocarse y tener que rectificar. Además, la persona que dialoga sabe lo que es amar, respetar, prestar atención, escuchar, procurar ver desde el otro… y, parafraseando a San Juan de la Cruz, “al final de la vida, nos examinarán del amor”, no de nuestras ideas. Reconozco que muchas veces no es fácil, pero se llega más lejos con la apertura que con la cerrazón.

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