Personas, no números
Durante el franquismo la separación entre padres/madres e hijos era algo común. Mi abuelo, junto a sus ocho hermanos, casi llega a ser enviado a Rusia, pero su madre, mi bisabuela, se escapó con ellos a Francia. Una madre soltera con nueve hijos a los que alimentar y cuidar atravesó la frontera con tal de darles una mejor vida. Misma situación, distinta época. El contexto del que escapan es el pretexto de entrada. La desesperación y el miedo son los detonantes que llevan a alguien a cruzar un mar hasta donde alcanza la vista, o atravesar un desierto con tal de sobrevivir, y las palizas y robos que sufren durante el camino son casi incomparables con el infierno que dejan atrás para empezar una nueva vida.
Según el estudio de la UE, la mayor parte de las primeras solicitudes de asilo en Europa se presentaron a Alemania (102.500), seguida de España (86.400); por otro lado, los inmigrantes llegados a España de forma ilegal este año superan los 28.700, un 51 por ciento más que el año pasado.
Números que impactan, pero no más que las historias de las personas que los representan.
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