Releyendo a Cela, el Pascual Duarte y los uxoricidios de la violencia doméstica
Octubre, mes revolucionario, termina con lluvia, paz en el corazón. Al capacho fueron los últimos higos de San Miguel, gustosísimos: envueltos en una paz morada, al abrirlos aparecen las retículas moradas. Es carne sin hueso. El árbol del centro de la pomarada tuvo gran cargazón de fruto, los otros que el pasado año dieron reinetas se abstuvieron. Los podé en enero, con lo cual semejante cirugía cura de caballo los medio capó. En la noche vuelvo a Cela y me sumerjo en el “Pascual Duarte”, la novela que revolucionó a España en 1942, prosa cortada llena de episodios y gran hilazón: el padre portugués alcohólico, la madre enajenada por el vino y el odio vomita sobre Pascualillo sus malas entrañas. Esto le marcó de por vida. Acabé el libro de un tirón y no me acosté hasta que amanecía. Un drama trágico que hoy achacarían de machista, pero Pascual no era machista.
Tenía mal pronto y un carácter justiciero que no permitía ofensas a su persona. Patética escena de su cópula en la tumba de su hermanillo que era disminuido mental con la novia Dolores, con la cual yace y desvirga en el cementerio.
Dolores fue el amor de su vida. Otro personaje trágico, “El Estirao”, un tipo rehecho y pagado de sí mismo, el majo de la aldea que seduce a su hermana la Rosario, que acaba en un lupanar de Almendralejo. El día de la boda, en el fragor de una borrachera, Pascual da de navajazos a uno que se le puso delante durante la cencerrada, todo fue por un quitadme allá esas páginas. Termina en el penal de Chinchilla, donde se le exhibe la pena de veinte años. Regresa y encuentra a su mujer preñada de “El Estirao”.
Se resiste a usar el hierro, pero acaba dándole muerte a él y a su mujer.
Este pasaje se omitió en la edición española.
Cela tuvo problemas con la censura y tuvo que editar la que sería su primera obra maestra en Argentina.
Encerrado de nuevo y condenado a muerte por asesino, escribe desde el penal sus memorias, mostrando su contrición y en justificación de los hechos trata de lavar con sangre la lacra de esposo y hermano ofendido que envía al sacerdote que lo asistiría en el postrer instante encareciéndole que echase el cuaderno a la estufa no bien fuese leído.
A lo largo de sus páginas proyecta el recluso su arrepentimiento tratando de justificar sus crímenes en la defensa de su honra, pero lamentando su condición violenta, un trauma que aletea en su mente como mariposas negras. Ese mal vino, ese aciago repente.
Esta obre está de actualidad, pues el crimen pasional está de nuevo entre nosotros en esta España azacaneada por la estupidez y la inconsciencia. Me fui a la cama entristecido y con mal sabor de boca.
No dormí pensando en la ballota (avena loca) que desplegaba sus hojas por el jardín. La ballota dicen que es mala hierba. Su nombre, según el entendimiento de los botánicos, viene del celta “bael”, que significa conjunto.
Hay un pueblo que se llama Ballota cerca de aquí. No quiero creer que sus lugareños sean malas hierbas. La ballota crece y se difunde por todas partes.
No vendría mal a estos prados un golpe de guadaña. Con el dalle en España habría que segar esa avena, pero van ganando y proliferan; esta es una reflexión al margen que haría a muchos reflexionar sobre las desgracias del pobre Pascual Duarte al que en Chinchilla dieron garrote vil.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo