Animus iocandi...
Tengo aquí unas reflexiones / Que pronto os he de contar. / En un pueblo de Castilla, / con los civiles ¡andá! / sus sargentos mostachudos / que imponían, de verdad, / pero que si eras de ley / no te iban a importunar, / incluso si custodiaban / el recorrido oficial / de un ministro del Régimen, / que era cosa principal. / Y yo nunca tuve miedo: / me daban seguridad. / Y el guardia del casco blanco, / ¡sí, hombre, “el municipal”! / que velaba por el tráfico / y la seguridad vial, / jamás osó reprendernos / aunque en nuestra mocedad / correrías de chiquillos / pudiera recriminar. / Quizás algo de reojo / mirábamosle al pasar, /pero en cualquier caso digo: / me daba seguridad. / Para qué hablar de “los grises”, / dando estopa aquí y allá: / yo nunca les tuve miedo: / me daban seguridad. / ¿Y a qué viene todo esto?, / muchos se preguntarán. / Pues que cuando paseaba / por esta nuestra ciudad / y rodeado de agentes, / ¡centenares, de verdad! / que era imposible del todo / poder hacer algo mal, / a tres viandantes que al lado / de la Junta General / del Principado de Asturias, / ¿o ye “Principáu” quizá? / una barrera de agentes / Policía Nacional / ganando el centro a la acera, / (como en Zorrilla, el genial) / pero con menos estilo / que el Iván de Vargas tal, / nos detienen en la “rue”. / –¡Queremos su identidad! / –¿De qué se me acusa, jefe? / –No te voy a contestar. / –¿De rezar un padrenuestro? / ¿Cantar la Internacional? ¿De lo que haber hecho pude? / ¿De lo que pudo llegar? / –Artículo dieciséis / de Ley de Seguridad / Ciudadana por si acaso. / ¡No me vaciles, chaval! / ¡Y ponte la mascarilla, / que me vas a contagiar! / Me identifiqué ante ellos / y por reciprocidad / apunté sus numerinos / de la placa policial, / cinco cifras cual si fueran / Lotería Nacional. // Es pena que ahora no pueda / a mi Vieja relatar / esta historia “juguetona” / que la he llevado muy mal / y que al hilo de este enredo / bien podría comenzar: / –No sé si lo sabes, Madre, / te podría mandar matar, / pudimos a los tus nietos / no dejar venir acá, / todo muy escrupuloso / horridamente legal, / y además es un derecho, / ¡qué anticuada, Madre, estás! / Ella me contestaría, / de haber podido, quizás: / –Manolín, no tengas miedo, / pues eres chico cabal, / quizá con menos arrestos / que tu padre que no está. / Mira adelante y recuerda / nunca des un paso atrás, / salvo que una piedrecita / te incomode al caminar. // ¿Por qué escribo yo estos versos?, / ¿por la mala leche y tal?, ¿porque a mí esto me parece / un estado policial?, / ¿o ya porque “Fray Josepho” / entre nosotros no está? / Al CESID ya lo conozco, / nos citamos en un bar. / Si les place, conversamos, / sin uniformes, ni ná.
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