Lardero 29
El pasado 21 de octubre publicaba en LNE y en mi cuenta de Facebook un escrito con el título “Particularidades de las leyes”, que finalizaba con un prolongado comentario con enrevesada sintaxis traída a propósito, no por error o ignorancia. Me refería a un asunto que es mejor que cueste entenderlo en su literalidad para no dar más pábulo al populismo que nos invade como las riadas del otoño. Es de actualidad hoy a causa del criminal acto de Lardero, en La Rioja, lo copio: “A un criminal confeso es muy difícil poder condenarlo a prisión permanente revisable, pues la cárcel no es penal, es universitaria, solo se aplica para reeducar y, aun así, los socios del Gobierno pretenden eliminarla. Con ayuda de la sintaxis, propongo una revisión de la ley, aparentemente más acorde con los deseos de algunos políticos”. Solo aparentemente, añado hoy. Mi propuesta consiste en condenar a cárcel al delincuente asesino hasta que la víctima regrese a sus quehaceres. Supongo que no resultará ofensivo para nadie y es de fácil aplicación. Inconvenientes, que el reo resultará muy caro a la sociedad, pues tendrá que vivir más tiempo a costa del erario público, sobre todo si es joven. Ventajas, que no volverá a delinquir.
En el caso ocurrido en Lardero, el responsable físico es el asesino, pero quien lo posibilitó fue la sociedad. Es inconcebible que un violador condenado a 7 años y después violador y asesino condenado a 30 años pueda estar libremente en la calle a la edad de 53 años, con toda su capacidad delincuencial activa. No olvidemos que estaba viviendo en la misma zona que la familia de su joven víctima y existía la no muy remota casualidad de poder encontrarse en el rellano de su propia escalera. Con mi propuesta, hoy, no sería de nuevo asesino, seguro que sería un recluso reeducándose y su nueva víctima, el niño, continuaría jugando en la plaza.
Es un grave error considerar que la pena de cárcel solo se entienda como método para reeducar al penado. Nadie entendería que para enseñar a resolver ecuaciones diferenciales se encierre al alumno con un grupo de analfabetos. La pena sirve en primer lugar para que el penado no continúe delinquiendo, pague su débito con la sociedad y sirva de disuasión para quienes pretendan imitarlo.
En un Estado de derecho no es posible tomar la justicia por nuestra mano, pero no debiera ser difícil comprender a quienes ayer se amotinaron frente a la casa del asesino, sin presunción, pues ya fue condenado por un hecho semejante.
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