¿Quién se atreve a poner el cascabel a este gato?
¿Tiene algo de comunismo o socialismo, y menos aún de cristianismo, el permitir que en nuestras ciudades los mendigos o “sin techo” se vean obligados a dormir a la intemperie tirados en las aceras de nuestros barrios, llueva, haga calor, o frío? Yo entiendo que no. Estoy corriendo el riesgo de que alguien me diga que “si te molestan llévalos a tu casa”. Podría traer a uno, máximo a dos, pero eso nada arreglaría, ya que son legión y el número va en aumento año a año.
Resido en el gijonés barrio de El Coto, y desde hace un tiempo cada vez son más los que uno se tropieza por todas partes. Por el día, ocupan las zonas próximas a la iglesia de San Nicolás, la entrada y proximidades del centro de salud, un pequeño parque en el cruce de Quevedo y Leopoldo Alas y algún otro sitio. En esos lugares matan su tiempo acompañados de sus bártulos, discutiendo en “tono mayor” mientras consumen múltiples botes de cerveza, que luego dejan tirados como testigos de su paso por el lugar. Cuando sus vejigas les exigen ser vaciadas, no tienen ningún recato en ponerse de cara a la pared más próxima y dejarnos allí su recado emulando, con perdón, al perro que marca territorio. Desconozco dónde harán sus necesidades mayores, pero viendo el poco recato que muestran para miccionar en público me temo que lo harán allí donde la necesidad les apriete.
Yo pregunto: ¿las autoridades locales no tienen medios para tratar de solucionar este tipo de cosas? Si evitar que durante el día hagan lo que hacen pudiera ser privarles de libertad (que yo entiendo es libertinaje), al menos en la noche sí podrían obligarles a ir a dormir a alguno de los muchos lugares de propiedad municipal, como pueden ser pabellones polideportivos o el propio campo de El Molinón, que así estaría bien empleado, ya que es propiedad municipal y no del negocio del fútbol, donde podrían pasar la noche a techo y con servicios disponibles para no dejarnos sus recados a los ciudadanos en cada esquina, degradando con ello la valoración de nuestras viviendas y de nuestros barrios. Si la calle es de todos, razón de más para que nadie se la apropie, sea rico, pobre o mitad y mitad.
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