Mejor recordar que nostalgiar
Sí, hoy es un día muy propio para recordar. No todo el día, quizá, me refiero a este momento.
Nada entre manos. Nada, que yo me dé cuenta al menos, que deba hacer... Lo dicho, momento muy adecuado para abrir las puertas a los recuerdos y que se vengan a mis dedos para que estos, mis dedos, sobre el teclado del PC, los conviertan en palabras escritas. Palabras, pensamientos, que eludan la nostalgia, pues esta, de una u otra forma, en mayor o menor grado, no deja de resultar dolorosa y, por tal, se da mejor en los días infructuosos, de cielos cargados y lluviosos.
No es el caso el de hoy, con un solecito que, aún sin mostrarse él sobre los tejados de enfrente de mi ventana, sí se deja adivinar mostrando su resplandor en el claro, y despejado, azul del cielo. Mucho mejor para alejar el dolor.
No me he sentado aquí con una idea preconcebida, de manera que, en este punto, tengo que ponerme a buscar “buenos” recuerdos. Y pareciera fácil, pero no tengo ninguno haciendo cola a la puerta. Vamos a ver... Vaya, más que un recuerdo de aconteceres, la experiencia sobre la sensación de ciertos hechos acontecidos.
Al menos los que vemos y leemos algo de fútbol, también aplicable a otros deportes, estamos muy acostumbrados a oír, leer: Del árbitro no se ha dicho nada, no se ha hecho notar, eso quiere decir que debe de haberlo hecho bien.
Y ahora sí recuerdo. Recuerdo que no fue hasta después de 1976 que empecé a experimentar las malas sensaciones causadas por el arbitraje que le hacían a España. Ni buenas, simplemente no las tenía, de ninguna índole. A partir de ahí, los “árbitros” que han ido “pitando” el devenir de España cada vez se han ido haciendo más y más notorios, más y más anticaseros.
Menos mal que los forofos de casa no anden tan soliviantados como los de por ahí p’alante, capaces de tirase al campu con ánimo de linchar al réferi... Aunque, los anticaseros, no sé yo, me suena haber tenido noticia de que alguno con inclinación rojigualda ha sido atacado, ¡aún sin haber pitado!
Lo que es yo, como Vinicius en el Bernabéu, algún aspavientu, en el mi casu, literariu, pa animar a la grada a que no escatime decibelios en el apoyu... ¡Coño! ¡Lo que ye esta cabeza mía! Que ahora me doy cuenta de más similitudes con el Vini, que, parece ser, que no está contentu con el contratu que tien, porque diz que ye el de cuando tenía 16 años, ¡los mismos que yo tenía en la base que utilizaron pa calculame el míu de jubilación!
La mala vaina ye que al brasileñu, seguro, ahí mismo lu va a contentar Florentino, pero a los seiscientos y pico, de gorrión, de mi jubilación... Muy difícil que esti “ser superior” que preside España, y cualquier otru que venga, le hagan un arreglucu que valga la pena. Más bien, lo que estoy, ye rezando pa que no me rescindan el contratucu.
Que, aunque pequeñín, mejor que nada...
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