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El irreal estado de la región

2 de Noviembre del 2021 - Justo Roldán (Oviedo)

Pasó un año más, y otro inexistente análisis de la realidad asturiana planeó sobre el Parlamento asturiano. Realidad encubierta, a base de idealismos románticos, sobre lo que es y será el desarrollo de una región subsidiaria hasta los tuétanos. La legitimidad –que no el conocimiento– que otorgan los escrutinios electorales (estos no dan, por muy democráticos que sean, ni títulos, ni capacidades de dirección) fueron esgrimidos por el Sr. Barbón: “He ganado todas las elecciones a las que me he presentado”. ¿Y? ¿Dan algún título que le capacite a Ud., para dirigir, o gobernar, con conocimiento? ¡No! A lo más le otorgan una la mayoría. Pero la mayoría no tiene, por el mero hecho de serlo, ni la verdad, ni la razón, ni la solución. O sea: solo le reconocen cierto atractivo político, que en nada se parece a una oposición –con tribunal calificador incluido–, donde se le examina su capacidad para el cargo que debiera ocupar. Su única toga, su único birrete, y su única orla académica, es, en este caso, la contabilización de unas papeletas –reflejadas en un acta– que le auparon al más alto cargo dentro de la Administración del Principado de Asturias.

La legitimidad de su elección, Sr. Barbón, no se le cuestiona, ni se le iba a cuestionar en el debate, pues los resultados electorales han sido los que han sido y, nos guste o no, se aceptan. Ahora bien, su apelación a ellos, como mérito a su labor como presidente del Gobierno, no es más que pura demagogia política, muy alejada de la realidad social y económica de Asturias. Y de ahí se deduce que ha intentado –y no cabe duda que lo logró– describir una situación, más ideológica que real, y más romántica que pragmática. El feminismo, el asturianismo, el igualitarismo, etc., etc., han sido las expresiones más usadas. La economía; el endeudamiento y el gasto público, la sanidad, la educación; la falta de planes a medio, y largo plazo, o un análisis valiente de la realidad actual fueron sus grandes olvidados.

Nadie, excepto los afines, ha podido salir esperanzado de la “desorientación” política del Gobierno que usted preside. Ni en el grave problema energético; ni en el no menos importante problema sanitario; ni en el desabastecimiento de las materias primas, con la consiguiente elevación de precios; ni del futuro del sector pesquero; ni mucho menos del declive demográfico; ni de los desequilibrios territoriales, que dejan Asturias de nuevo subsidiaria del Estado. Y es que, si no se sabe, las urnas no te enseñan. De ello se deduce que todos los vientos le son favorables para aquel que no sabe qué rumbo tomar. Ese es su caso.

No son menos culpables los partidos de la oposición, pues, además de no existir oradores que ejerzan un mínimo de crítica en las cuestiones relevantes que afectan a los asturianos, tampoco se atisba una alternativa creíble, con un programa realista, que aparque de una vez para siempre las cuestiones que: ni gozan de demanda social; ni tienen una razón práctica, ni aún en sectores que añadirían un plus al peso de Asturias en España o en Europa. Nuestras tradiciones, costumbres, usos y expresiones lingüísticas no pueden ser manoseadas por quienes buscan un “nacionalismo” a la gallega, catalana o vasca. Nuestra tradición, para bien o para mal, ya está en la historia, y no hace falta otra alternativa que altere lo que nuestros antepasados han hecho, escrito y transmitido de generación en generación: ¡Claro que el abuelo del Sr. Barbón no invento el bable!; quien lo quiere inventar es “su nieto”, sacándose de la chistera una “normalización” para aplicarla a lo que ya está normalizado, por ser uso común dentro de los cuatro puntos cardinales del Principado.

Los asturianos nos entendemos perfectamente y nos entienden allende del Pajares. Se nos identifica por nuestro deje asturiano y por nuestro acento personal e intransferible. Todo lo que se haga por “normalizar” algo inormalizable no es más que “humo” para no afrontar la realidad de una tierra que ve cómo año tras año es menos densa; cómo año tras año es cada vez más subsidiaria, y que nos lleva inexorablemente a convertirnos en una gran Residencia de Ancianos.

No ha dado para más el estado de la región, ni clara la orientación del Gobierno. No se puede gobernar una comunidad autónoma con un criterio localista, que es toda la experiencia al respecto que tiene el actual presidente de todos los asturianos. Puede visitar todos los concejos. Puede reunirse con todos y cada uno de los alcaldes; y con todos y cada uno de los vecinos. Pero si solo va de “visita”, mejor deje el despacho en Oviedo, y no gaste del erario público, que falta nos hace. Para eso están los diputados de las tres circunscripciones. Para eso se les paga. Y por ello se les debe de elegir: que sean la voz de sus localidades respectivas, y el vínculo de unión entre gobernados y gobernantes. Sin crearles falsas necesidades, ni apoyar aquellas que son solo un señuelo, para evadirse la responsabilidad, eludir la realidad y tapar la incompetencia de quien solo receta como remedio una ideología obsoleta y fracasada históricamente. Me refiero al socialismo en cualquiera de sus versiones. Y hoy, en Asturias y en España, se ejerce la versión más radical de este materialismo marxista desde los años treinta.

Hay que recuperar el realismo y abandonar el romanticismo ideológico que hunde sus raíces en el clasismo más obtuso e irracional. Andalucía se lo sacudió de encima, y Asturias (que tantas veces se la jugó, según Víctor Manuel) no puede quedar al margen. Pues de no ser así, nos invaden los gallegos por el Occidente y los vascos por el Oriente. El Pajares sigue siendo –afortunadamente– el cuello de botella que nos aísla de la invasión castellana.

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