El cambio climático y los hipócritas
Greta Thunberg, aquella niña sueca ecologista y activista contra el cambio climático, se ha convertido en una mujercita, ya tiene 18 años, ya es mayor de edad, pero no ha cambiado ni en su manera de pensar ni en su dialéctica: "Que se metan sus propuestas por el culo", les ha espetado a los jefes de Estado y de Gobierno de casi todo el mundo reunidos en la cumbre de Glasgow. No muy lejos de esa ciudad de Escocia vive un anciano de 102 años, doctor en Filosofía, científico y ecologista atípico, que defiende, por ejemplo, la energía nuclear para salvarnos de la tumba que nosotros mismos estamos cavando. A James Lovelock, que así se llama el ecologista centenario, nunca le han dado el premio "Princesa de Asturias" ni el Nobel, pero su Teoría de Gaia es más importante que la Teoría de la Relatividad, nadie podrá entender el Universo si nos extinguimos. La Tierra no va a desaparecer, pero sí puede hacerlo el Homo Sapiens y llevarse con él a miles de especies de animales y plantas, lo segundo ya está sucediendo. La Tierra (Gaia) es un ente que se autorregula, esa es, básicamente, la teoría que Lovelock desarrolló en su libro "La venganza de la Tierra", "si una especie amenaza a Gaia, la elimina, no es la primera vez que esto sucede". Así de crudo. La joven sueca y el anciano británico unidos por la misma convicción y luchando, cada uno desde distintos ámbitos, por la misma causa, que es la causa de la supervivencia de la Humanidad. En los años setenta del siglo pasado los ecologistas eran unos tipos que caían simpáticos, estaban muy preocupados por la posible extinción de las ballenas y por cosas que no tenían trascendencia social y económica. Las ballenas, su grasa y su aceite, habían dejado de ser hacía mucho tiempo un negocio, y entonces solo Noruega y Japón las cazaban. La cosa cambió radicalmente cuando los ecologistas se empezaron a meter con las líneas de alta tensión y con los campos electromagnéticos que estas generaban. Lo primero que hicieron los negacionistas, los que llevan todo lo malo en el mismo paquete, en su misma mochila, fue negar los efectos nocivos de esos campos magnéticos, y lo segundo, decir que esos ecologistas en realidad eran "peligrosos comunistas": "Son como las sandías, verdes por fuera y rojos por dentro". Hoy a nadie se le ocurre edificar una escuela al lado de una línea de alta tensión y seguramente mucha gente se ha salvado gracias a aquellos ecologistas hoy ancianos, pero nadie se lo ha agradecido. Los hipócritas, los mismos que van en un Boeing 747 para su uso exclusivo y con una caravana de 85 coches brindados a Glasgow, querrán difamar y desprestigiar a Greta Thunberg, hacerlo cuando solo era una niñita se hubiera vendido muy mal, hubiera sido demasiado grosero, pero ahora ya es una jovencita, se ha abierto la veda. Es cierto, el reloj del punto final ya marca las doce menos un minuto, pero no van a hacer nada radical para evitar que la manecilla de la muerte siga avanzando. Los negacionistas seguirán negando lo evidente con sus coartadas y sus teorías conspiranoicas ridículas y los hipócritas seguirán entregando dinero fiat gentilmente a los ciudadanos y las empresas para que no se manchen las manos trabajando mientras lo hacen todo los chinos, a los que acusan de contaminar demasiado.
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