La desgracia de la ría de Villaviciosa
«Último día de grandes mareas (Coef. 100). Única bicoca para los pescadores de a pie, que deberán mostrarse prudentes». Así comenzaba un artículo del periodista francés Sebastian Jensonny en el diario «Ouest France», el día 7 de agosto del año en curso.
Continuaba su escrito advirtiendo de los peligros de la pesca en las playas y pedreros de la Francia atlántica y de los riesgos en que, normalmente por imprudencia, pueden verse envueltos los turistas que recogen quisquilla, bígaros, ostras, almejas, cangrejos, etcétera, en las rías.
Finalizaba indicando teléfonos de emergencia y deseándoles un buen provecho de su pesca.
Algo tan normal como lo anterior en Francia, sería en Asturias y, más concretamente en la ría de Villaviciosa, que es la que más conozco, un pecado de tal calibre que dudo pudiera ser perdonado por el propio Papa. Desde hace unos años paso unas cortas vacaciones en la ría de Etel, Bretaña francesa. Puedo pescar lo que me venga en gana sin licencia alguna. Solamente te indican que respetes las vedas, los tamaños, las cantidades, las zonas habilitadas para los profesionales y que no puedes vender nada. En Villaviciosa tienes para peces dos licencias, de costa o de embarcación. No vas a pescar nada, porque nada hay. No se te ocurra pescar un cangrejo o un muergu, que la sanción es demoledora.
Hace cincuenta años pescabas lo que querías. Había pesca y no sanciones. Hoy hay sanciones sin pesca. Bueno, hay pesca para los cormoranes y sanciones para los incautos, dado que los ribereños ni nos arrimamos a la ría.
Es lógico que las haya, dado que, de otra forma, la tropa se quedaría sin soldada y los mandos se tendrían que enrolar en las colas del Inem.
¿Qué pecado habremos cometido los habitantes de la ría, que aparte de habernos visto desvalijados de nuestras fincas sin indemnización alguna no podemos ni pescar cuatro almejes para el día de la fiesta local? Nos da igual que cambie el consejero, la saga continuará comiendo la sopa boba.
¿Cómo es que a esta nueva casta sancionadora e improductiva no le cae la cara de vergüenza? ¿Podríamos saber su número? ¿Hasta cuándo podremos mantenerla y fartucarla? ¿Tan difícil sería tener zonas libres? ¿No sería conveniente que el generalato se diera algún garbeo por Francia, aunque sólo fuera para pescar dos docenes de almejes, a ver si aprende algo que pueda ser de utilidad para la sociedad?
Muchas preguntas para una vez, ¿verdad? ¡Hasta la próxima! Viva el parasiteo y haya resignación.
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