El condicional la convierte en original
El condicional la convierte en original.
La común es: "Las personas son lo primero". Si a la frase le pones interrogantes, o entre exclamaciones, tienden los farsantes.
Quiero decir, la persona sin otra pretensión que, simplemente, dar una respuesta contestará, más o menos, de esta forma o similar: Sí, claro.
El político en ejercicio, con exaltado gesto ofendido: ¡Por supuesto! ¡Desde luego que las personas son lo primero! ¡...
Si le cambias el "son" por "deberían ser", nada que ver. Pues, evidentemente, estarías afirmando que no lo son. De ahí la intención de aclarar esta mi afirmación.
Cuando digo que las personas "deberían" ser lo primero, no me refiero a las personas en general, sino a las de un "gremio" en particular. Ya que siendo, sin duda, las personas en general lo primero, ¿qué "debería" ser lo primero a exigir de las personas, en particular, que deciden la conducta social de las personas en general? Porque, en la política, claro que son importantes los programas, las intenciones que preconizan los políticos, pero lo primero, lo más importante, sin ningún género de dudas, son las personas que se esconden tras la política.
Elemental, una persona con dos dedos de frente distingue entre el bien y el mal. Y una persona honesta no tendrá dudas para elegir entre cuál.
Consecuentemente, para que las personas pudieran acceder a cargos gubernamentales, ¡lo primerísimo! un cedazo ¡finísimo! Que, rotundamente, cerrara el paso a toda aquella que no tenga, cuando menos, dos dedos y medio de frente, y una honestidad ¡a toda prueba!
Cuestión que, hoy en día, se podría decir, está chupado de determinar. Te ponen unos dibujitos, te hacen unas preguntitas, y, aunque a ti pueda parecerte que no dijiste nada al respecto, ya saben si te duchas después de hacer manitas.
Recuerdo que, y ya va a hacer 60 años, para nada que ver con la política, me tuvieron a mí, junto con 59 más, tres días sometido a una indagación con estas armas. Coño, un inciso, no se me olvida una vaina al respecto. Cuando salíamos de las "añagazas", o pruebas, como quieran llamarse, el personal (yo no, me apetece hacerlo constar) se mostraba interesadísimo en las respuestas de los demás y, nunca faltan, lo listos que habían sido algunos al responder. Y lo que tengo presente. Una pregunta en uno de los test: Si tiene garantizada su impunidad, no importando lo que haga, ¿evitaría pagar el impuesto sobre la renta?
Y uno de los listos al respecto: A mí me van a pillar estos espabilaos. Por supuesto que puse que no.
No comenté mis respuestas, pero, en la preguntita de marras, yo había marcado el "sí", y, la ingenuidad del listillo, me hizo pensar, pobrecillo.
Unos meses después, por controversias entre algunos contratados y los contratantes, fuimos convocados con el fin de aclarar y zanjar el conflicto. Para ello, la persona encargada por parte del instituto contratante que nos había seguido, durante los tres meses de duración del proceso de selección, desde la presidencia de la mesa, fue nombrándonos y desnudando la personalidad de cada uno según el informe emitido por el equipo de profesionales que nos habían sometido a los diferentes test en este tiempo. Tal maniobra no ofrecía ninguna duda, fue aplicada porque daba la "casualidad" de que, los díscolos protagonistas (entre ellos el que, aun pudiendo eludirlo, sin problema, pagaría el IRPF con gusto y sin rechistar) del enfrentamiento no salían muy bien parados en los test de marras que evaluaban la personalidad de cada cual.
Retomando el momento previo al inciso. Salvada esta, para mí, primordial criba, pues bueno, que salieran a la palestra los cribados y contaran a los electores sus intenciones animándoles a otorgarles sus votos.
De esta forma, a los Pedro, Pablo, Irene, etcétera, los conocerían sus familiares y círculo de amistades, o lo que fueran. Desde luego, yo no tendría "el gusto".
Qué maravilla.
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