Vivir o trabajar
El otro día hablaba con una amiga a quien hacía varios meses que no veía, incluso me extrañó que contestase a mis WhatsApp. Habíamos sido, en la juventud, amigas de las que no pasaban más de dos días sin verse, siempre había alguna excusa para hacerlo: hacer deporte, salir de fiesta, ir al cine... Ahora, en cambio, apenas podemos coincidir. Lo curioso es que si queremos saber qué es de nuestras vidas, seguimos manteniendo esa familiaridad entrañable que solo dan las buenas amistades. Entonces, ¿qué ha pasado? La respuesta es sencilla: no tenemos tiempo.
Las largas jornadas de trabajo, los compromisos y obligaciones familiares y el cansancio hacen que no tengamos tiempo para cuidarnos.
Esto me ha hecho reflexionar sobre la importancia de vivir una vida propia o de vivir la vida que el sistema ha pensado para nosotros porque sin tiempo para ver una película, para dar un paseo, para echar un café con alguien a quien aprecias, ¿qué nos queda?
Me hubiera gustado decir que le dije esto mismo a mi amiga y que después de una larga reflexión decidimos poner en marcha cambios en nuestras vidas; sin embargo, esto es un lujo que la mayoría no nos podemos permitir, por lo que debemos decidir entre dinero y tiempo, sin ser del todo conscientes de que este último es un bien más escaso de lo que cabría esperar.
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