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Después de siete años

10 de Noviembre del 2021 - Enrique Stuyck Romá (Madrid)

De entrenamiento diario, hoy he logrado dar un revés liftado paralelo como mandan los cánones. Un golpe, un simple golpe, que se me había atravesado y que pensaba no aprendería nunca.

Por fin, Enrique, por fin lo has conseguido, me ha dicho Santi, mi entrenador, desde el otro lado de la red, casi tan emocionado como yo, que no acababa de creérmelo.

He vuelto a casa feliz, pensando que ha merecido la pena el tiempo que le he dedicado, porque creía que no lo conseguiría nunca. Me decía a mí mismo que por qué me resultaba tan difícil dar correctamente un golpe, y después de miles de horas de entrenamiento creo haberlo entendido. Solo es preciso repetir el gesto cientos de miles de veces, tratando de hacer bien todos los movimientos. Todos, porque si no se hacen bien todos, perfectamente bien, el resultado no será el esperado.

En realidad no es tan complicado. Lo que ocurre es que el tenis es un deporte muy técnico y la técnica solo se puede aprender a base de trabajo. Un golpe, un simple golpe, como es el revés liftado paralelo, determinante en este juego, es relativamente sencillo si se ejecuta como es debido y si se está pendiente de la pelota desde que sale de la raqueta del contrario hasta que terminamos el golpe.

Hay que intuir el recorrido que va a tener la pelota para que cuando llegue a nuestro dominio tomemos la distancia precisa antes de golpear. No solo la distancia, sino también la altura, para que el contacto se produzca en el punto exacto en el que, por inercia, tiende a caer. Es ese punto en el que hay que golpear, ni antes ni después, mirando siempre a la pelota hasta que se produce el impacto.

Tenemos que situarnos en paralelo a la red, elegir la empuñadura adecuada, girar el cuerpo para coger impulso, con los pies bien plantados en el suelo, la pierna derecha, si somos diestros, delante de la izquierda, y dirigir el brazo hacia la pelota girando acompasadamente el cuerpo para generar potencia, sin moverlo hasta que hayamos terminado el golpe.

Si hacemos bien todos estos movimientos, sin dejar de mirar a la pelota hasta que se pierda en el campo contrario, habremos logrado el golpe perfecto. Puede ser cuestión de días, de meses o de años, como es mi caso, pero se consigue. Y cuando esto ocurre te dan ganas de echarte a llorar, de alegría por haberlo conseguido y de pena por no haber empezado a dar clases de pequeño, aunque mi entrenador para animarme me dice que no tiene ningún alumno de mi edad que le ponga tanto empreño.

Me consuelo pensando que como solo tengo 78 años y cada vez se prolonga más la esperanza de vida, a un promedio de siete años por golpe, cuando llegue a centenario habré podido aprender el drive, la volea y las dejadas. El saque lo dejo para lo último porque es el único golpe que se puede aprender sin tener que correr, que para entonces no va a estar uno ya para muchos trotes.

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