Las tres Españas
La añorada Transición nos hizo pensar que habíamos superado el mito de "las dos Españas" de Machado y que podríamos, por fin, ser ese país civilizado que tanto soñamos. Pero nada más lejos de la realidad porque hoy más que nunca se evidencia ese estereotipo del que no podemos desprendernos por muchos avances sociales que se hayan logrado desde que llegó la democracia.
Siempre me ha resultado decepcionante ver en el hemiciclo a políticos de todos los partidos lanzándose desde la tribuna dardos envenenados, sin considerar que son nuestros representantes y que con sus posturas y actitudes beligerantes, lejos de aportar soluciones y de acercar vías de entendimiento por el bien común, lo único que logran es provocar hostilidades y caldear el ambiente.
Las provocaciones, los enfrentamientos y las afrentas que se producen en los debates parlamentarios, cada vez más agrios y frecuentes, son el más claro ejemplo de que no solo hay dos Españas, las que parecen encarnar unos y otros con sus planteamientos, y la otra España, la verdadera España, la España de los ciudadanos que no nos sentimos representados por quienes solo se representan a sí mismos, la tercera España, la de todos los votantes que acudimos a las urnas cada vez más consternados por el bochornoso espectáculo político al que asistimos impotentes un día sí y otro también.
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