Desparrame cerebral
Me sale este título porque es lo normal en mi cabeza. Surge el motivo, o sea, la pulsación que activa, de las neuronas, su conexión, y se produce un desparrame imparable. Se me amontonan las ideas, que, de ser imágenes, así a simple vista, uno se preguntaría qué coño tiene que ver esta con la inmediata anterior.
El switched on (me apeteció encendido en inglés) de mi circuito, hoy, fue una palabrita que ya to dios, pienso yo, debería incorporar a su vocabulario de andar por casa, por la propia y por la de cualquier vecino que se precie: metaverso.
Cuando soy yo el que apago la tele, la primera opción que se presenta al encenderla de nuevo es el que ya parece sempiterno Youtube, y en las últimas ocasiones ahí se me planta el metaverso de marras. ¿Y me he puesto yo hoy con el inverso y reverso del dichoso metaverso? Para nada.
Lo primero que se vino a la cabeza, la pluriinterpretada libertad. Cuando me llega la tan cacareada palabrita, el mismo pensamiento me suscita: coño, cómo habrá quien hoy se crea estar viviendo el significado de este sustantivo.
¿Por qué este mi pensamiento?
Siempre he querido vivir en una casa con praín. En las actuales circunstancias, si no imposible, desde luego, poco recomendable. Lo cual no quita para que, sin nada mejor que hacer, con frecuencia, me ponga a construirla en mi cabeza, porque, desde luego, la casa la haría yo solito, desde su concepción y construcción hasta su remate. De tal manera que un día me pongo, internet, por supuesto, porque ya a los 14, 15 años, decidí que mi mejor maestro, para mí, era, sin la menor duda, yo mismo, así que me pongo, decía, a buscar los elementos y materiales más convenientes para evitar la necesidad de ayuda ajena.
He hecho estas referencias a modo de ejemplo, para explicar el porqué tanto el "metaverso" como la "autoconstrucción" derivan a la "libertad" en mi circuito neuronal.
El Youtube de la tele ya es "mi youtube", para mí. Está compuesto por un abanico de referencias al Real Madrid, a diversos materiales y sistemas constructivos, a la venta de fincas, ahora a la gaita metavérsica, etcétera, en definitiva, en cuanto hago una mínima exteriorización de un deseo o afición, ¡cazado!, ya estoy enyoutubiado.
¡Osti! Puede que también angustiado. Porque ya me parece que, lo único realmente libre, ¡siempre que no se exteriorice!, claro, es el pensamiento. ¡Y siempre que, porque quieres o a la fuerza, no te sometas o te sometan a determinadas pócimas o tratamientos!
Esta vaina empieza a resultarme acongojante.
Vamos, que, de pensarlo, se me están subiendo los congojos a la garganta.
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