El cuento del interino y el servicio público
El último gran debate está servido, los interinos podrán ser funcionarios si han ocupado cinco años su plaza y con un concurso de méritos, es decir, sin realizar un examen. Otro ingrediente más a la sopa de polarización que quema nuestras gargantas.
Todo forma parte de la misma estrategia, desprestigiar al funcionario, desprestigiar a los sindicatos, desprestigiar la sanidad pública y, en definitiva, desprestigiar todo lo que huela a público. Como bien mandan los cánones neoliberales que campan a sus anchas por nuestra tambaleante libertad.
De un lado, quienes reivindican su derecho a una estabilidad laboral; de otro lado, quienes reivindican su derecho a acceder a la función pública. ¿Quién tiene razón? Ambos, sin duda.
El único error ha sido la galopante precarización del empleo público con el fin de maquillar el número de funcionarios y crear estadísticas fantasmas que no reflejan la realidad. Y los únicos responsables han sido las políticas de austeridad desde Europa y las políticas de nuestros gobernantes que han permitido todos estos desmanes.
El empleo público es, y debe seguir siendo, el modelo a imitar por el empleo privado y los empresarios.
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