Desnaturalizar la sidra con tapón escanciador
Mientras desde las instituciones se invierte dinero y esfuerzo por promocionar Asturias, su cultura y tradiciones de cara a potenciarla como destino turístico, entre ellas, la sidra, aunque quizás más desde un punto de vista folclórico que práctico y real, vemos cómo a su vez se maltrata esta seña de identidad, no ya por el mayor o menor apoyo a los llagareros o a todo el sector involucrado en la industria sidrera, sino por la forma de ofrecer un producto, como la sidra, que ha sido elaborado de una forma determinada, cada vez con una mayor tecnología y medios para conseguir el mejor resultado posible, a fin de ser servida en la forma que justifica todo el proceso anterior, o sea, escanciada con mejor o peor técnica, pero atendiendo a unos cánones que permiten degustar ese producto con todas sus características.
Pero toda esta inversión y esfuerzo se tira a la basura cuando vas a una sidrería y te dan una botella de sidra con un tapón de plástico diseñado para el autoservicio del propio cliente, que se la servirá como si fuera una especie de txacolí, con la evidente depreciación de una bebida diferenciada de las demás, que se elabora para ser escanciada bajo unas reglas determinadas, lo que supone la culminación del arte que conlleva producir una botella de sidra desde que se recoge la manzana hasta que es bebida por el consumidor en el vaso adecuado, pasando por todo el proceso de elaboración, almacenamiento y temperatura, que dará como resultado un producto singular en el que se podrá apreciar que no todas las botellas son iguales, ni siquiera los culinos de una misma botella lo son, a causa, precisamente de todo el proceso anterior.
Y especialmente un buen escanciado será lo que permitirá degustarla con toda su plenitud de sabor, olor y textura, haciendo que cada culín sea único y diferente a los demás, aunque tampoco vamos a pedir que todo el mundo sea un sibarita de la sidra, pero sí que sepan apreciar el valor de algo que se les sirve con tanto esmero y que aprendan a tan ser exigentes con este producto como lo puedan ser con un buen vino.
Alguien que ama la sidra, como suponemos que serán los llagareros que la producen desde hace generaciones, los dueños de las sidrerías que la tratan con mimo para ofrecerla en su justo punto al cliente, para que disfrute de un culín bien escanciado, no puede evitar el dolor de ver a un turista que tras beber un sorbo del culín recién servido por el mejor escanciador, deja el vaso lleno en la barra, para beberlo más tarde, o lo sostiene eternamente en la mano, sin beberlo, hasta dejar morir esa obra de arte en forma de líquido. Pero si se puede evitar que se deprecie, desprecie y minusvalore una bebida diseñada para servirla y ser consumida en la forma adecuada por un profesional formado para sacarle el mejor partido a una bebida emblema de Asturias y que nos diferencia de otras regiones para que el turista venga a visitarnos y disfrutar de todo lo que puede ofrecerle esta tierra, no sirviéndola con un tapón agujereado "low cost", como si estuviéramos de botellón.
Por todo ello, resulta sorprendente que quien elabora este producto con tanto esfuerzo y dedicación no se subleve ante ese desprecio a su labor y valore más las ganancias económicas de vender más botellas de sidra servidas de mala manera, lo que a la larga provocará que deje de consumirse por los que de verdad la disfrutan, que ante la disyuntiva de comer con la mejor sidra DOP servida con el tapón "escanciador" o un buen vino, preferirán no beberla.
Con esta actitud, igualmente, se perderá la oportunidad de darla a conocer con las características que la han hecho famosa y única a esos nuevos clientes que darían continuidad en el futuro a esa industria sidrera de la que pretenden seguir viviendo los que se dedican a ello, ya que cualquier asturiano que ame la sidra se siente orgulloso de enseñar a apreciar una sidra bebida con toda su diferenciada peculiaridad, explicando que el motivo de tener que servirse de una determinada manera no obedece al capricho exhibicionista de quien te la ofrece, sino para que la aprecies en su debida forma.
Aquí es donde deberían entrar el Consejo Regulador de la Sidra DOP y otras instituciones oficiales para vigilar y concienciar a los establecimientos que ofrecen esta bebida de que no sean unos meros expendedores de ella, sino que la traten con los cuidados debidos para que no pierda ese valor diferenciador, e igualmente colaboren e impartan formación a todos los lugares de fuera de Asturias que venden sidra, que deberían ser como una especie de pequeñas embajadas de los productos asturianos, para que tengan igualmente esa labor divulgativa y difusora de algo tan identificativo de esta tierra.
El correcto escanciado de la sidra forma parte de nuestro patrimonio cultural y emblema en el mundo de nuestra idiosincrasia como asturianos y que dignifica a quien profesionalmente se esfuerza por ofrecernos el mejor servicio, convirtiendo sus establecimientos en auténticos "Templos de la Sidra".
Aprovechando el impulso y visibilidad de ser Patrimonio de la Humanidad, no dejemos que se pierda este arte por comodidad, codicia o indolencia de todos nosotros, que vemos cada día cómo se va destruyendo una de nuestras señas de identidad, que ya quisieran tener otros lugares y que sabrían promocionarlo y defenderlo mejor que nosotros.
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