Parayas, aeropuerto de Asturias
Este pasado fin de semana hemos tenido que volver, como otras muchas veces, al aeropuerto de Santander.
Nuestros hijos, como otros muchos, se han tenido que marchar de Asturias porque aquí no hay futuro para ellos. Y ahora tienen muy difícil visitar a la familia de cuando en cuando debido a las deficientes y carísimas comunicaciones de las que disponemos.
En nuestro caso, nuestras hijas viven en Barcelona y la única comunicación viable para pasar un fin de semana con la familia es la aérea. Para ello se requiere programar la visita con tiempo.
Todavía faltaban días, pero el vuelo de Asturias a Barcelona para el domingo 14 de noviembre a las 22.45 horas era de 400 euros. Sí, están leyendo bien, 400 euros solamente la vuelta. El vuelo era de Vueling, y no tiene competencia. No puedo dejar de compararlo con la publicidad que hace Iberia de un vuelo de Barcelona a Nueva York por 250 euros. Empezamos a pensar que ello sería debido a la subida de la energía y los combustibles, tal como nos están torpedeando continuamente los medios de comunicación. Pero no. Nos ponemos a buscar alternativas y vemos que el mismo día por la tarde-noche el vuelo de León a Barcelona tiene un coste de 160 euros y de Santander a Barcelona 95 euros. Y resulta que el vuelo es también de Vueling. Lógicamente, tomaron el vuelo desde Santander y, al llegar al aeropuerto, nos dimos cuenta de que más de medio avión estaba ocupado por asturianos.
Suelo leer todos los días la prensa de nuestra comunidad y nunca encuentro ninguna referencia al precio de nuestras comunicaciones por parte de políticos ni empresarios. Y es entonces cuando nos preguntamos por qué nuestros vecinos tienen mejores y más baratas comunicaciones que nosotros.
Recuerdo cuando hace unos años mis obligaciones profesionales requerían que viajase a Madrid con frecuencia en el primer vuelo de la mañana. Era bastante frecuente encontrarme con el Sr. Areces, entonces presidente de la comunidad, y su escudero el Sr. Villa acompañados por su séquito de asesores. Ellos, claro, embarcaban por la sala vip para poder diferenciarse del resto de los humanos y acomodarse en sus asientos de clase preferente. Eso sí, no lo pagaban ellos ni tenían ni idea de lo que costaba el billete, por supuesto. Salía del bolsillo de todos nosotros.
Parece que no ha cambiado nada. Nuestros políticos siguen viviendo en su burbuja, supongo que con sus vuelos en preferente, ajenos al día a día de los ciudadanos a los que representan.
Mientras tanto, los asturianos con hijos fuera seguiremos encontrándonos en el aeropuerto de Parayas-Seve Ballesteros.
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