La estética del comportamiento
La responsabilidad, el compromiso y la ética son esenciales en todas las actividades de la persona, pero también la estética, porque un semblante rígido, como de haberse tragado el palo de la fregona, en el trabajo, en familia, con amigos o en el Parlamento, aburre al más pintado.
Se puede ser muy cabal, políticamente hablando, y tener algo de chispa, porque para llegar a la gente hay que ofrecer algún atractivo más allá de los mensajes, hay que sonreír más, decir algo ocurrente sin pasarse de gracioso, saber emplear adecuadamente la ironía. Para ser empático, para transmitir, no hay que hacerlo con un rictus de tensión, de urgencia, del tú más, pero sí con sutileza, con elegancia, En definitiva, con un humor inteligente y respetuoso.
Los políticos deben actuar con rectitud, pero la credibilidad no depende solo de dar una determinada imagen, sino de demostrar, con hechos y con honestidad, la eficacia y la moral en el desarrollo de las funciones, lo que no es en modo alguno incompatible con algo de chispa.
Prefiero mil veces a un político comprometido y honesto, que de vez en cuando se permita una frivolidad sin caer en la chabacanería, que a cualquier otro que nos las meta dobladas sin cambiar el gesto.
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