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Reflexión sobre los búhos nivales de Gozón

20 de Noviembre del 2021 - Luis Aurelio Álvarez Usategui (Mieres)

Unos pájaros que son una rareza ornitológica, que aparecen en un sitio fuera de su hábitat natural, que tienen una belleza como pocos, y son los búhos nivales (“Bubo scandiacus”). Están aquí extraviados, en un ambiente que no es el de ellos, la nieve polar, que se ven y “cantan” a distancia. Esto ha generado que todos los aficionados a la ornitología no hayan desperdiciado la oportunidad para poder verlos en directo y también los fotógrafos cazatrofeos, despertando muchas controversias, incluido el tan manido “código ético” del naturalista, que todos deberíamos conocer y que no es más que el sentido común y la prudencia. No traspasar la línea de escape del animal, esa que se ve venir en cuanto se pone en alerta antes de emprender vuelo, esa que muchos conocen, pero traspasan igual.

No obstante, y una vez procurada la tranquilidad que todo animal silvestre tendría que tener y más en un espacio protegido como es el Cabo Peñas, el valor que tienen estos ejemplares desde un punto de vista de conservación de su población es totalmente nulo, es cero. No dejan de ser zombis, muertos vivientes, atrapados en un hábitat y en unas latitudes de las que les resultará poco menos que imposible salir para volver a su lugar de origen, si como dicen los expertos han llegado aquí descansando en un buque, en lo que se denomina “viaje asistido” en migración. Proceden de la población Neártica, y presumiblemente llegaron en un barco procedente de Canadá.

Es totalmente improbable, por no decir imposible, que vuelvan a ser reproductores de su población natal, y cuya deriva ahora en Europa, es decir, adonde se van a dirigir, es totalmente desconocida.

El valor estadístico de un solo ejemplar, o en este caso dos, en el conjunto de una población reproductora en cuanto a su conservación, es mínimo, si a ello añadimos que a esa población no volverán nunca, su valor es totalmente irrelevante.

Por todo ello, la conclusión que aquí saco es que, para mí, y como opinión meramente personal, me parece una tontería que se destinen medios públicos, funcionarios, guardas, guardia civil, policía local, etcétera, para tener que “custodiar” estos animales en el medio natural en el que actualmente se encuentran, y eso a pesar de ser un espacio protegido. Otra cosa es que eso se haga para garantizar la seguridad de las personas que allí se congreguen o preservar el medio donde no debería permitirse ese tipo de concentraciones (brezal del espacio protegido).

Dicho esto, el único interés que generan estas aves ahora mismo es el mediático, el ser una total rareza fuera de su espacio original, el de los medios públicos de masas, televisiones y prensa, el de ser el búho de Harry Potter y más guapo que Brad Pitt, el que todo ornitólogo quiere ver una vez en su vida para no tener que viajar a Groenlandia o el que todo cazatrofeos con cámara en ristre y disparador de “metralleta sin obturador” quiere dejar prontamente plasmado y digitalizado en las redes sociales en su blog, su facebook, o su lo que sea vía web, para exponer en ese salón de chimenea que es ahora internet. Son los cazadores digitales en busca del like. Los que le quieren meter el teleobjetivo de milenta euros encima de la mismísima cabeza del pájaro bien centrado entre los ojos o en medio de las alas en cuanto es molestado y levantado. Un vuelo que, así logrado, ellos creen que bien les vale ese like.

Desde un punto de vista de conservación, veo perplejo que cosas como estas mueven a las masas de gente, tanto expertas como inexpertas, con tal de conseguir su objetivo, alguno más loable que otro, pero que quedan muy fuera de lo que debería ser la preservación de la especie, de su población; es decir, del conjunto y no de un individuo. Ver cómo esa misma gente viene de todos los sitios invirtiendo su tiempo, medios y dinero, siendo deseable que hiciese lo mismo y con ese empeño, pero cuando afecta a poblaciones que se ven totalmente mermadas por acciones como son, por ejemplo, la construcción ilegal o “legal” de infraestructuras, pistas forestales, remontes de esquí, minas, tendidos eléctricos, caza furtiva, etcétera, afectando al conjunto de la población de especies en peligro de extinción como el urogallo, o el oso pardo, y esas son de aquí, tangibles y palpables, que no salen ni en prensa ni son tan mediáticas como unos búhos exóticos perdidos en el tiempo y en el espacio. Creo que hace tiempo todos hemos perdido un poco el norte, no solo los búhos.

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