No todos los gatos son pardos, en Lanzarote
Los hay también atigrados, color crema o moteados, que pasean sus abrigos de piel por todos los rincones habitados de la isla. Gatos enormes y obesos que parecen tigres en lugar de adorables felinos domésticos y que han alcanzado un número nada desdeñable.
Con una poderosa técnica depurada por la práctica, cada gato elige un punto distante del siguiente y aparca su pilosa individualidad sobre un lecho calentito de piedra volcánica.
Realizan estiramientos que nos dejan posturas para el recuerdo. Estiran bostezos y aperturas bucales; tanto que si, debido a una explosión volcánica abrupta como la de Pompeya, no tuvieran tiempo ni de correr, quedarían inmortalizados en poses de una tira cómica.
Completados los estiramientos proceden a distender músculos para recibir panza arriba los beneficios lumínicos del astro rey, y como si tuvieran obleas fotovoltaicas en la barriga alargan las horas hasta que el hambre comienza a azotar nuevamente sus estómagos, que satisfacen fácilmente gracias al agua y a los alimentos que encuentran a su paso por todos los rincones de la Isla.
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